


¿Qué esperábamos de Manila?
Cuando empezamos a planificar nuestro viaje por Filipinas, nos dedicamos a devorar toda la información que caía en nuestras manos: mejores playas, puntos top de buceo, lugares imprescindibles y… ¡cómo no! preguntamos a amigos y familiares que ya habían estado allí.
¿Y Manila? Ni rastro; nadie nos hablaba de ella. Es más, quienes habían pasado por la capital nos decían lo mismo: “¡No perdáis el tiempo! Nada más aterrizar, coged otro vuelo y marchad a otra parte del país.”
Pero como somos bastante cabezones, decidimos que, teniendo en cuenta la huella histórica española en Filipinas, teníamos que dedicar al menos un día a visitar Manila para comprobar por nosotros mismos si era tan prescindible como decían. ¡Spoiler! No fue tan horrible como imaginábamos.
La llegada
Llegamos a Manila a las seis de la tarde, después de un auténtico maratón de viaje: un autobús, tres vuelos y más de 24 horas sin parar. Nuestro alojamiento estaba en Makati, el barrio donde habíamos decidido pasar esa noche y la siguiente.
Nada más bajar del avión, nos golpeó una bofetada de calor y humedad. Veníamos de estar a 10ºC y nos plantamos en 29ºC de noche, con más del 80% de humedad. ¡Menuda bienvenida!
Fuera del aeropuerto, el caos era total: dos stands de Grab (el Uber del sudeste asiático) y taxis abarrotados de gente con maletas. Las colas eran eternas, se tardaba más de dos horas para reservar un Grab y para rematar, apenas había un par de lugares donde cambiar dinero a pesos filipinos. Nosotros, con la suerte de llevar una tarjeta virtual de datos, conseguimos hacer la reserva del Grab a través de la app (aunque al principio la hicimos para pagar en efectivo y tuvimos que cancelarla y hacer una nueva reserva).
Tardamos un rato largo en ubicar el lugar dónde nos recogía. El conductor nos explicó por mensaje que teníamos que ir a otro punto de recogida dentro de la terminal en un parking techado. Ese no era el lugar donde todo el mundo cogiendo los taxis aparentemente, pero allí nos encontramos el mismo caos: coches parados, viajeros con caras de desesperación y montañas de maletas. Finalmente, tras varios cruces de mensajes, ¡encontramos a nuestro conductor!
Primeras impresiones
Ya de noche, durante el trayecto hacia nuestro hostel, empezamos a ver una ciudad que no nos esperábamos para nada, incluso pensamos en dar la razón a todos aquellos que nos recomendaron saltárnosla. Aunque probablemente el cansancio y la desesperación por llegar al hostel también nos estaban pasando factura.
Tras haber estado en otros países del sudeste asiático, lo primero que nos llamó la atención fue la mezcla brutal de contrastes: zonas humildes con casas sencillas, calles caóticas llenas de puestos de comida, niños corriendo descalzos… y, de repente, avenidas gigantescas con rascacielos dignos de cualquier gran ciudad del mundo. Después de unos 20 minutos, llegamos a nuestro hostel. Estaba en una calle llena de locales con música y ambiente, perfecta para tomarse unas cervezas o alargar la noche si quedaban energías.
Llevábamos casi un día entero viajando, pero aun así decidimos salir a dar un paseo para estirar las piernas y airearnos, a pesar del bochorno. Encontramos varios sitios donde tomar algo, desde bares pequeños a tiendas como el 7-Eleven para picar algo rápido. Seguimos caminando y fue cuando nos topamos con un mercado lleno de puestos de comida, donde podías sentarte a disfrutar de una cerveza o un refresco, incluso nos encontramos con un concierto en directo de unos chicos filipinos, ¡todo un momentazo después del viaje! Durante ese rato, tuvimos una sensación curiosa, apenas veíamos turistas occidentales.
Acabamos el día en la azotea de nuestro hostel, con un cocktail de bienvenida y unas vistas impresionantes que dejaban ver el contraste y la magnitud de esta ciudad. ¡Vaya manera de terminar nuestro primer contacto con Manila!
Recorriendo Manila
Al día siguiente, ya descansados, ¡nos lanzamos a explorar Manila! Aunque estábamos alojados en Makati, una de las zonas mejor valoradas de la ciudad, pronto nos dimos cuenta de que la mayoría de los lugares turísticos que queríamos ver estaban bastante alejados. Había distintas formas de llegar, y de primeras, intentamos hacerlo en barco por el río; pero descubrimos que el siguiente barco no salía hasta dentro de dos horas, lo mismo que habríamos tardado si hubiéramos ido andando. Así que, sin pensarlo mucho, volvimos a confiar en nuestro querido Grab.
Entre el tráfico caótico y las distancias, tardamos unos cuarenta minutos en llegar a nuestra primera parada: una iglesia. Sí, una iglesia, en medio de una ciudad que a primera vista tiene un ambiente completamente asiático. Y es que Filipinas es un país mayoritariamente católico, algo que puede sorprender en esta parte del mundo, y se nota en cada esquina.
Visitamos la Binondo Church, una basílica imponente de fachada oscura situada en pleno barrio chino. Nada más entrar, nos esperaba una sorpresa: el Nazareno Negro, que normalmente está en la iglesia Quiapo, al que descubrimos que le tienen muchísima devoción en el país.
Tras esta visita, nos adentramos en el barrio chino, con sus calles decoradas de farolillos rojos y un ambiente vibrante. Caminamos bajo el Binondo Chinatown Arch, cruzamos el Jones Bridge y seguimos nuestro paseo hasta llegar a la Plaza México, donde nos topamos con una estatua que conmemora el comercio entre Manila y Ciudad de México. Desde allí, pasamos por la Plaza España y finalmente entramos en Intramuros, la joya colonial de Manila.
Intramuros nos pareció un auténtico remanso de paz. Es increíble cómo dentro de esa ciudad caótica y bulliciosa se encuentra un lugar tan silencioso y lleno de historia. Calles peatonales, edificios coloniales y rincones que parecen sacados de otra época. En la Plaza Roma, cada esquina tenía algo que contarnos: el ayuntamiento, la catedral de Manila, antiguos palacios coloniales… y a pocos metros, el Fuerte de Santiago nos sorprendió con su historia. Pagamos un pequeño precio de entrada y recorrimos baluartes, mazmorras y patios que parecían susurrar historias de siglos pasados.
Terminamos nuestro paseo por Intramuros visitando la Casa Manila y la Iglesia de San Agustín, donde, casi sin quererlo, nos encontramos con una boda. Ver entrar a la novia, en plena ceremonia, fue algo curioso y, según descubrimos, bastante frecuente por estas tierras.
La ruta nos llevó después al gigantesco Rizal Park, un lugar enorme en el que descubrimos monumentos históricos, jardines de inspiración china y japonesa, y el lugar exacto donde fue ejecutado José Rizal, el héroe nacional de Filipinas. Allí también vimos el monumento a Rizal, que tiene una réplica, aunque más pequeña, en la zona de Islas Filipinas en Madrid.
Ya algo cansados de tanto andar, decidimos probar el transporte público de Manila y subimos al skytrain y al metro, para volver hacia el corazón financiero de la ciudad, también en Makati. Aquí, de pronto, parecía que estábamos en otro mundo: rascacielos altísimos, centros comerciales de lujo, restaurantes modernos y aire acondicionado en todas partes. Nos llamó especialmente la atención el Greenbelt Mall, un conjunto de centros comerciales conectados entre sí y rodeados por un precioso jardín central, que incluso tenía una pequeña capilla en su interior.
Después de admirar la magnitud de las avenidas y los rascacielos, nos fuimos hacia la otra parte de Makati, la zona de edificios bajos y calles estrechas, mucho más humilde y con ese ambiente filipino que habíamos descubierto la noche anterior, donde se encontraba nuestro hostel.
Cerramos el día igual que el anterior: en la azotea del hostel, con un par de cervezas bien frías en la mano y la ciudad iluminada a nuestros pies.
El punto final en esta ciudad
Manila nos despidió como la conocimos: un taxi de camino al aeropuerto. A primera hora de la mañana, subidos en un taxi, pusimos rumbo al aeropuerto para continuar hacia nuestro siguiente destino. Y es que, desde esta ciudad, pocas opciones viables tienes más allá del avión, salvo que quieras pasarte un día entero de tu vida metido en un autobús o en un barco y morir del aburrimiento (y del calor). Como en nuestro caso hubiera sido así, elegimos la opción más eficiente: volar.
Reflexión final
Es cierto que no es la ciudad más bonita del mundo y que tiene sus sombras, pero también tiene rincones llenos de historia, contrastes alucinantes y una mezcla cultural que la hace muy especial.
Nos encantó descubrir Intramuros, perdernos en sus calles, y comprobar cómo esta ciudad es capaz de mezclar rascacielos con barrios humildes, lujo con mercados callejeros, y caos absoluto con rincones de paz.
¡Nuestra recomendación!
Si vas a viajar a Filipinas, no descartes del todo Manila. Quizá no le dedicaríamos muchos días, pero creemos que, al menos, un día merece la pena para conocer su historia, sus contrastes y vivirla con tus propios ojos.
Y si quieres saber cómo moverte, qué ver, dónde comer algo rico o cuál es el mercado callejero que encontramos en Makati… ¡escríbenos! Estamos aquí para ayudarte a descubrir la cara menos conocida de Manila.
¿Y tú? ¿Has estado en Manila? ¿Te sorprendió tanto como a nosotros? Déjanos un comentario y cuéntanos tu experiencia.
Los mejores lugares de Manila
Imprescindibles
- Intramuros: dentro de este distrito amurallado vas a encontrar lo que era el centro original de gobierno, educación y comercio en las Filipinas Españolas. En él encontrarás: el Fuerte de Santiago, la Catedral de Manila, la Casa Manila o la Iglesia de San Agustín.
- Parque Rizal: este parque de grandes dimensiones alberga el monumento a José Rizal o el Martyrdom of Dr. Jose P. Rizal.
- Basílica menor del Nazareno Negro: esta basílica situada en el corazón del barrio chino de Manila alberga la imagen del Cristo Negro de Manila, considerada milagrosa por los filipinos y a la cual le tienen alta devoción.
- Makati: Este barrio tiene dos opciones. La primera su versión más moderna donde encontrarás el centro financiero y grandes centros comerciales. La segunda la versión más fiestera y una buena opción para alojarse debido a su gran oferta de alojamientos, restauración, ocio…
Si tienes algo más de tiempo
- Binondo Church o Basílica Menor de San Lorenzo Ruiz: iglesia católica situado en el distrito de Binondo.
- Barrio Chino o Binondo: considerado como el barrio chino más antiguo del mundo.
- Quinta Market Ferry.
- Cementerio Americano.
- Hidalgo Street.