¿Qué esperábamos de Davao?
Cuando preparábamos nuestra estancia en Filipinas, hubo un destino que nos dejó bastante intrigados: Davao. No encontrábamos apenas información en blogs, foros ni redes. ¿Qué pasaba con esta ciudad? Estamos hablando de la tercera más poblada del país y, sin embargo, parecía pasar completamente desapercibida para los viajeros.
Y como dos aventureros que somos, nos picó la curiosidad. Pensamos que quizá estábamos ante un lugar que nos rompería los esquemas o nos ofrecería una visión distinta de Filipinas. Así que tomamos la decisión: nuestro último destino del viaje por Filipinas sería Davao.
La llegada
¡La llegada fue un desastre!
Veníamos desde Balingoan, con un plan más o menos claro: un autobús hasta una ciudad mayor y, desde allí, otro que cruzaría toda la isla de Mindanao hasta llegar a Davao. Fácil… sobre el papel.
Cogimos un primer bus hasta Cagayán de Oro, un trayecto que ya de por sí nos llevó unas tres horas, aunque nosotros optimistas pensábamos que sería menos. Al llegar, caos absoluto: conductores gritando destinos, mochilas pasando de unas manos a otras, carreras sin saber muy bien a dónde, y entre todo ese jaleo conseguimos subirnos al siguiente autobús del que solo sabíamos que iba a Davao.
Nuestra estimación era de unas cinco horas. A las tres horas de trayecto decidimos consultar Google Maps… y fue como un jarro de agua fría: ni siquiera habíamos recorrido un tercio del camino. En una parada, preguntamos a un local cuánto quedaba y nos soltó sin pestañear que aún quedaban siete horas. Ali pensó que era una broma; pero luego descubriríamos que no lo era.
Seguimos sentados en aquel bus, sin saber cuánto nos quedaba ni qué nos esperaba. Después de unas cinco o seis horas, paramos en una especie de estación de servicio. Bajamos, más por estirar las piernas que por hambre, y preguntamos otra vez cuánto quedaba ¡Cuatro horas más! El viaje nos regaló de todo: sol, niebla, lluvia torrencial… tanta que nuestras mochilas acabaron empapadas dentro del maletero. Pero lo más surrealista vino al final, al acercarnos a Davao.
El autobús paró, todos los pasajeros bajaron con sus mochilas de mano. Nosotros, sin saber muy bien qué pasaba, nos quedamos sentados… hasta que un militar subió y nos pidió que bajásemos. Allí estábamos, en fila bajo una carpa, con carteles de delincuentes buscados al más puro estilo del oeste. Los militares revisaban todas las mochilas y un cartel al fondo anunciaba “Control para el tráfico de animales”. ¿Animales? Después de 12 horas de viaje, no dábamos crédito.Nos mandaron avanzar hasta otra carpa y aquí Ali se preocupó por nuestras mochilas grandes, que seguían en el autobús, y preguntó al revisor. Él, muy tranquilo, nos pidió que siguiésemos. Al final, el autobús simplemente avanzó hasta donde estábamos y volvimos a subir como si nada. No entendimos nada. Pero tras esa odisea, tras más de 16 horas de viaje, llegamos por fin a Davao.
Primeras impresiones
Nada más llegar, Davao no nos recibió con su mejor cara. El autobús ni siquiera nos dejó dentro de la estación, sino en plena calle, en una zona que, sinceramente, no nos transmitía ninguna seguridad. Varios conductores se nos acercaron, pero no nos inspiraban confianza, y menos a esas horas. Por suerte, vimos un taxi blanco con taxímetro y optamos por él. El trayecto hasta el hotel fue… tétrico. Pero al acercarnos a nuestra zona de alojamiento, la cosa cambió y la ciudad se veía distinta, un poco más cuidada.
Recorriendo la ciudad
Al día siguiente nos levantamos sin una idea clara de qué ver. Davao no figuraba en casi ninguna guía turística, así que nos pusimos a investigar un poco y decidimos visitar tres lugares: la Catedral de Davao, el Parque del Pueblo y el Roxas Night Market. Pero antes, necesitábamos pasar por un centro comercial para hacer unas compras prácticas de cara a los próximos destinos. La visita al centro comercial fue curiosa: amplio, moderno… ¡y hasta con un concurso de gatos! Una imagen que nos arrancó una sonrisa. El contraste con el exterior era tremendo: calles oscuras, ambiente olvidado, y una ciudad sin apenas turistas. Había algo en el ambiente que no terminaba de hacernos sentir cómodos.
Por la tarde, comenzamos con la visita a la catedral; su arquitectura modernista y tamaño llamaban la atención. Justo enfrente, nos topamos con una concentración de personas que pedían la vuelta a casa de un hombre, pero los carteles estaban en filipino y no entendíamos nada. Más tarde descubriríamos que se trataba del expresidente de Filipinas, detenido en Corte Penal Internacional en La Haya por crímenes contra la humanidad. A raíz de esto, investigamos un poco más sobre la ciudad y entendimos algunas cosas. Davao había tenido tasas de criminalidad muy altas, y su antiguo alcalde (el mismo expresidente) había implementado políticas extremadamente duras. Aun así, la sensación que nos transmitía la ciudad no era precisamente de seguridad.
De ahí nos fuimos al Parque del Pueblo. En la entrada, un control de seguridad nos preguntó si llevábamos tabaco. Extrañados, respondimos que no, y luego entendimos por qué: en Davao, no está prohibido poseer tabaco… pero sí fumar en toda la ciudad.
Por último, decidimos acercarnos al Roxas Night Market, por hacer tiempo entre sus puestos de comida, ropa y souvenirs; pero nuestra visita terminó antes de empezar. En el control de acceso, la policía turística nos detuvo: no se podía pasar con mochilas. Ali llevaba una pequeña mochila con documentación, del tamaño de un bolso, pero fue suficiente para vetarnos la entrada; mientras tanto, vimos a locales entrar con bolsas gigantescas sin ningún problema. Nos ofrecieron dejar la mochila allí y recogerla a la salida ¡ni hablar! Con una mezcla de enfado e incredulidad, dimos la vuelta y nos marchamos. La sensación que se nos quedó era clara: no estábamos bienvenidos como turistas.
El punto final en esta ciudad
Llegó el momento de dejar atrás Davao y, con ello, de cerrar nuestra aventura por Filipinas. Tocaba ir al aeropuerto y lo hicimos pidiendo un Grab, como en otras ocasiones. Davao era nuestra última parada en el país, así que ya nos habíamos gastado hasta el último peso que nos quedaba.
Todo parecía ir sobre ruedas: hicimos el check-in sin problemas, ya teníamos las tarjetas de embarque, íbamos con una compañía de Singapur… pero justo antes de pasar inmigración, una mujer nos detuvo y nos pidió la reserva del vuelo. ¿Para qué, si ya teníamos las tarjetas impresas? Tomó nota, escribió un código y nos envió a un stand sin darnos más explicaciones. Allí nos comunicaron que debíamos pagar una tasa de salida de 900 pesos por persona en efectivo. Y claro, no teníamos ni un billete.
El cajero no estaba cerca, no teníamos tiempo para buscarlo y nadie nos había avisado de esta tasa. Por suerte, llevábamos 50 € encima y la chica del stand nos dijo que podíamos cambiarlos en un quiosco cercano. Cambiamos el dinero y estábamos listos para pagar… pero entonces Pablo recordó algo que había leído en un cartel justo en el stand: si habías hecho la reserva antes de cierta fecha, la tasa era de 750 pesos.Así que volvimos al mostrador a explicarlo. No sabemos si por el idioma o por la desorganización, pero tardaron un buen rato en confirmar la información. Finalmente, nos dieron la razón y pagamos solo 750 pesos por persona. “Solo”… aunque la sensación de cabreo no nos la quitaba nadie. Era la primera vez en todos nuestros viajes que nos cobraban una tasa de aeropuerto sin previo aviso, y nos pareció una falta de información tremenda.
Reflexión sobre Davao
Después de pasar un día en esta ciudad, entendimos perfectamente por qué no aparece en ninguna guía. Llegamos tras un viaje interminable de 16 horas con la ilusión de descubrir algo especial en la tercera ciudad más grande de Filipinas. Pero la realidad nos golpeó con fuerza: no hubo sorpresa, ni encanto, ni nada que compensara el esfuerzo.
Davao no es una ciudad bonita, ni limpia, ni transmite seguridad. No encontramos rincones que merecieran la pena, ni una sola señal de atención al viajero. La sensación de desinformación fue constante, y la ciudad nos resultó desconcertante y ajena. Ahora entendemos por qué nadie habla de Davao… y escribimos este post precisamente para eso: para ayudarte si alguna vez te planteas incluirla en tu ruta.
¡Nuestra recomendación!
Si estás considerando ir a Davao con la esperanza de descubrir algo especial, nuestra recomendación es clara: no es necesario. Si simplemente buscas ahorrar algo de dinero en billetes, porque sí, a veces hay vuelos más económicos, asegúrate al menos de no salir del aeropuerto.
¿Y tú, alguna vez te has sentido totalmente fuera de lugar visitando una ciudad? ¿Qué opinas de algunas leyes poco habituales en comentarios? ¿Has visitado Davao? ¿Qué sensaciones te ofreció? ¡Estamos encantados de saber tu opinión!
¿Qué hacer en Davao?
- Esta ciudad, a nosotros, no nos ofreció ningún atractivo ni imprescindible ni si tienes algo más de tiempo. No podemos hablar de la zona y sus alrededores porque no tuvimos oportunidad de conocerlos; pero la ciudad en sí no ofrece ningún incentivo para visitarla










