


¿Qué esperábamos de Moalboal?
Moalboal fue uno de esos destinos que incluimos en la ruta casi a ciegas. No teníamos grandes expectativas ni muchas referencias directas, pero había dos razones de peso para pasar por allí: vivir la experiencia de nadar entre bancos de sardinas buceando y lanzarnos a hacer el famoso canyoneering en las cascadas de Kawasan, una especie de barranquismo que prometía aventura pura. La ubicación también nos venía de lujo, llegar desde Cebú era sencillo y, además, no nos desviaba mucho de nuestro siguiente destino, así que decidimos darle una oportunidad y pasar un par de noches en este rincón de Filipinas.
Moalboal se divide claramente en dos zonas: una más urbana, con vida local, y otra más enfocada al turismo, en la costa, situada en esa pequeña península.
La llegada
El viaje en autobús hasta Moalboal no fue tan malo como esperábamos. Aunque era uno de esos autobuses sin aire acondicionado, con las ventanillas bajadas, la brisa se agradecía y el trayecto se hizo llevadero. Incluso paramos en una carenderia, los restaurantes más típicos de Filipinas, y nos comimos un bollo por menos de 10 céntimos que estaba sorprendentemente rico.
Cuando el conductor avisó de la parada en la ciudad de Moalboal, todos los turistas nos preparamos para bajar. Pero justo entonces, un señor occidental de unos 70 años que llevaba más de 25 viviendo allí nos advirtió: “Si vais a la zona de playa, tenéis que esperar a la siguiente parada”. Algunos ya habían bajado y no volvieron a subir, pero nosotros decidimos fiarnos… ¡y menos mal!
Al llegar a la parada correcta, cogimos un tricycle hasta nuestro hotel. Estaba un poco apartado de la zona más turística, pero era un lugar estupendo y, como solo teníamos dos actividades en mente, nos venía perfecto.

La estación de autobuses

Hacia el alojamiento
Primeras impresiones
Después del viaje en autobús, llegamos rendidos y con bastante hambre, así que decidimos picar algo rápido en el hotel. Aprovechamos ese rato para descansar un poco, poner una lavadora y seleccionar la excursión a las Kawasan Falls, que teníamos claro que queríamos hacer. Más tarde, con algo más de energía, nos acercamos hasta la costa con la idea de buscar un centro de buceo; paseamos un buen rato por la zona, pero ninguna escuela nos transmitió mucha confianza, así que cambiamos el plan: nada de buceo, haríamos snorkel.
Para acabar el día, pasamos por un mercado que habíamos visto durante la caminata; nada que ver con el ambientazo del de Cebú, pero cumplía su función. Como habíamos comido tarde y no teníamos mucha hambre, nos llevamos un zumo y una bandejita de fruta para cenar en el hotel.

Un bonito mercado para cenar

¡A elegir!
De vuelta, comentando sensaciones, coincidimos en lo mismo: Moalboal tenía dos actividades muy potentes, pero más allá de eso… no terminaba de conquistarnos.
Recorriendo la zona costera de Moalboal
Nuestro segundo día en Moalboal fue, en apariencia, tranquilo. No teníamos planes hasta última hora de la tarde, así que lo dedicamos a trabajar un poco (sí, viajar también implica sacar tiempo para eso), descansar y recargar energías. Comimos en el hotel y, sobre las 4 de la tarde, nos pusimos rumbo a la zona de snorkel más conocida del lugar.
El lugar estaba prácticamente vacío, con algún que otro local por allí. Pablo no tardó en lanzarse al agua mientras Ali se quedaba en la orilla; pero no pasó mucho tiempo hasta que, desde el mar, Pablo empezó a hacerle señales emocionado: ¡había encontrado algo! Así que Ali se unió y lo que vivimos fue mágico, una enorme tortuga verde nadaba tranquila justo delante de nosotros y, detrás, el esperado banco de sardinas como telón de fondo. Solo nosotros dos en el agua, sin nadie más.
El banco de sardinas, el famoso «sardine run» la verdad que no fue demasiado espectacular, no sabemos si fue ese día o que es lo poco que se aprecia haciendo snorkel. No encontramos los lugares de las famosas fotos rodeados de sardinas que prometen una experiencia mágica, sin embargo, si sabemos que buceando, la cosa cambia, así que, si tienes la oportunidad, ¡ponte el neopreno y al agua!

Otros compañeros

¡A comer!

Un buceador experto

¡Un poco de aire y a bucear!

Bonito atardecer

Ali haciendo amigos
Con el cuerpo aún mojado pero el alma flotando, nos fuimos a encontrar con Leon, nuestro amigo galés. Nos sentamos en un bar cerca del mar, con un par de cervezas y el sol cayendo lentamente sobre el horizonte. Leon nos contó que había buceado en Moalboal y que, aunque no fue lo más espectacular de su viaje, merecía la pena, sobre todo porque las inmersiones eran bastante económicas.
Después de charlar sobre viajes pasados y futuros, nos despedimos de Leon y nos volvimos al hotel, que al día siguiente nos esperaba la esperada excursión a las Kawasan Falls. Esa aventura la vivimos al día siguiente y terminó antes del mediodía, pero ya os la contaremos en detalle más adelante. Como cierre de nuestra estancia en Moalboal, fuimos al pequeño mercado local a comer algo y nos acostamos temprano: al día siguiente nos esperaba un viaje largo hacia un nuevo destino.
Canyoneering en Kasawan Falls
La jornada comenzó temprano, cuando una van nos recogió junto a otros cuatro turistas para lo que pensábamos era el trayecto directo al inicio del barranquismo; pero tras solo 20 minutos de carretera, nos detuvimos en una pequeña caseta junto a la carretera, abarrotada de gente y con carteles anunciando la actividad. Aquello nos desconcertó un poco porque sabíamos que el verdadero inicio del recorrido estaba a más de una hora de distancia. Aun así, nos bajamos de la van y comenzó el ritual: nos asignaron dos guías solo para nosotros (¡sí, dos por pareja!), firmamos los documentos de exención de responsabilidad y, tras elegir el menú del almuerzo y dejar nuestras pertenencias en una taquilla, nos entregaron los chalecos.
Ya listos, los seis turistas y nuestros respectivos guías subimos a un camioneto que, ahora sí, nos llevó durante 45 minutos hasta el punto de partida real. Allí nos sentaron en unos bancos improvisados para ver un breve vídeo de normas básicas y nos presentaron nuestra primera elección del día: teníamos tres opciones para llegar al inicio del barranco: caminar 45 minutos, lanzarnos en una tirolina sentados, o hacerlo tumbados al estilo “superman”. Nos costó un pequeño suplemento, pero no lo dudamos: ¡a volar como superhéroes!

Con miedo pero contenta

El paisaje ya prometía

Y esto, ¿cómo para?

¡A la aventura!
Subimos nerviosos a la estructura del lanzamiento y, aunque nos temblaban las piernas, nos lanzamos. La sensación fue absolutamente brutal. Al aterrizar, una breve caminata nos llevó por un terreno húmedo y resbaladizo hasta el río… y ahí empezó la aventura de verdad. Saltos de distintas alturas: cinco en total, desde los tres hasta los diez metros, aguas cristalinas y frías, pero revitalizantes…
Entre salto y salto, los guías no solo nos iban marcando el recorrido, sino que se encargaban de grabar cada momento, así que pudimos centrarnos solo en disfrutar. Fue una sucesión de risas, adrenalina y pequeños retos que nos mantuvieron con la sonrisa puesta durante casi una hora.

¡Primer salto!

¡Al agua!

Solo las vistas merecen la pena

¡Esta aventura tiene de todo!

¿No estará muy alto?

¡Boca abajo!
Al finalizar la parte acuática del canyoneering, hicimos una pequeña pausa antes de continuar caminando hasta llegar a las famosas Kawasan Falls. El entorno era espectacular, con varias cascadas repartidas en diferentes niveles; eso sí, al ser domingo, estaba repleto de familias locales disfrutando del día, lo que le restó algo de magia.

En el último nivel siempre hay más gente

Maravillas naturales

La llegada
Volvimos al punto inicial donde nos esperaba el almuerzo ya elegido por la mañana. Comimos con apetito, recuperamos nuestras mochilas y pusimos rumbo de nuevo al hotel, aún emocionados por una de las actividades más divertidas y completas de todo nuestro paso por Filipinas.
El punto final en esta zona
Salir de Moalboal no tenía misterio: autobús y carretera. No había muchas opciones ni decisiones que tomar, solo faltaba elegir el destino al que seguir. Nosotros lo teníamos clarísimo, con la ruta diseñada para evitar volver a pasar por la ciudad de Cebú y así descubrir nuevos rincones por el camino. Pero como en todo buen viaje… los planes están para romperse.
Nuestra intención era llegar directamente a un puerto sin tener que atravesar de nuevo Cebú, algo que, sobre el mapa, parecía posible. Pero al consultar con los dueños del hotel, nos dieron una dosis de realidad: nos explicaron que para hacer ese recorrido tendríamos que coger dos o tres autobuses distintos, sin garantías ni de horarios ni de duración del trayecto. Una cadena de incertidumbres que, sinceramente, nos acojonó un poco (hablando claro).
Así que, con todo el pesar del mundo, descartamos nuestra idea inicial y optamos por la opción más segura: volver a Cebú y desde allí continuar la ruta según lo previsto. Eso sí, la ruta alternativa que habíamos pensado tenía varios puntos interesantes y creemos que podría ser una buena aventura para quien tenga tiempo y ganas. Así que si te interesa saber cómo era esa ruta y qué lugares incluía, déjanos un comentario y estaremos encantados de contártelo con todos los detalles.
Reflexión final sobre Moalboal
Moalboal es ese rincón de la isla de Cebú que aparece en todas las guías por sus bancos de sardinas y el canyoneering en las Kawasan Falls, nos dejó sensaciones encontradas. No vamos a decir que estuvo mal, pero tampoco fue uno de esos lugares que te marcan.
La actividad del barranquismo fue, sin duda, lo mejor de la visita: divertida, con saltos, paisajes espectaculares y muchas risas. Pero siendo sinceros… ¿merece la pena cruzarse media isla solo por eso? En nuestra opinión, es una experiencia que podrías hacer perfectamente en España, sin tantas horas de trayecto ni el calor aplastante.
Y sobre los bancos de sardinas, si no haces buceo, creemos que no es una razón de peso para venir hasta aquí. El snorkel está bien, la tortuga fue un momentazo, pero la experiencia completa la viven los que se sumergen. Incluso buceando, depende mucho de lo que busques bajo el agua.
¡Nuestra recomendación!
Moalboal es un destino con dos actividades muy concretas y eso es justo lo que ofrece. No engaña. Pero si no buceas, probablemente no te aporte demasiado. Nosotros, con todo lo vivido, no lo repetiríamos en una futura visita a Filipinas. Aun así, nos llevamos la adrenalina del canyoneering y esa sensación de haber tachado otra experiencia divertida de la lista.
¿Te gustaría saber más sobre la actividad del Canyoneering y la empresa con la que lo hicimos? Déjanos un comentario y estaremos encantados de ayudarte
¿Qué hacer en Moalboal?
Imprescindibles
- Kasawan Falls: cascadas en varios niveles. Incluiríamos sí o sí la actividad de canyoneering y evitaríamos verlas en domingo (los locales acuden a comer y pasar el día)
- Bancos de sardinas: se ven a lo largo de la costa en playa Panagsama Beach, es muy cómodo si accedes desde en frente del Saavedra Dive Center (sin pagar ni un euro). Si buceas puedes vivir una experiencia mágica. Haciendo snorkel, es bastante curioso, así que si estás por la zona, ¡lánzate al agua!
Si tienes algo más de tiempo
- El Mercado de Moalboal: lugar en el que cenar o tomarte algo tranquilamente con una amplia variedad de opciones y muy buenos sabores
- Disfrutar del atardecer en alguno de los bares cercanos a playa, mejor aún si antes has visto el que dicen que es uno de los bancos de sardinas más grandes del mundo