¿Qué esperábamos de Amed?
Uno de nuestros objetivos al recorrer Indonesia era seguir descubriendo el mundo submarino. Queríamos recorrer nuevos puntos de buceo que nos dejaran sin palabras. En Sumatra, simplemente no encontramos opciones; en Java pasaba más de lo mismo; y en Bali… todo el mundo hablaba de surf, pero casi nadie mencionaba el buceo, nos tocó investigar un poco más. Así fue como dimos con un pequeño pueblo en el noreste de Bali y del que hablaban maravillas de sus inmersiones: Amed.
Lo mejor fue que, durante la búsqueda y gracias a Nino, instructor de Pura Vida Koh Tao y amigo, descubrimos que allí también había una escuela de buceo de Pura Vida. No tuvimos que pensarlo dos veces. ¡Bali tendría su parada submarina y Amed sería nuestro lugar de reencuentro con la familia de Pura Vida!
La llegada
Como ya era costumbre en nuestro recorrido por Bali, la llegada a Amed fue con un conductor privado. El trayecto fue… largo y movidito, pero por suerte sin contratiempos. Y es que, si te fijas en el mapa, verás que este pequeño pueblo se encuentra en la costa noreste de Bali, resguardado por el imponente Monte Agung. Así que sí, llegar hasta allí supone curvas infinitas y tramos bastante estrechos, aunque sin duda, merecen la pena.
Antes de llegar hicimos un par de paradas para visitar dos de los lugares más emblemáticos de esta zona de la isla. ¡Y aquí empezó lo bueno!
Primeras impresiones
Nuestro primer contacto con Amed no fue el típico “llegamos, vimos, sentimos”, sino que comenzó meses antes. Cuando supimos de la existencia de Pura Vida Amed, no dudamos en contactar con Rai (su dueño) y con la escuela. Hablando con Laura (también dueña), le contamos que estaríamos 4 noches, los buceos que queríamos hacer y nuestra intención de alojarnos allí mismo. ¡La comunicación fue genial! En nada teníamos todo cerrado.
El día de nuestra llegada fue tan fácil como lo habíamos imaginado. El driver nos dejó en la puerta de la escuela y ahí estaba Laura esperándonos, recibiéndonos como si nos conociéramos de toda la vida. Le contamos quién nos había recomendado la escuela y nos dio recuerdos para ellos.
Enseguida nos enseñó nuestro bungalow, donde pasaríamos los próximos días, y nos preguntó si teníamos hambre (eran las 3 de la tarde… ¡claro que sí!). Fuimos directos al Warung Enak, el sitio que ella misma nos recomendó, donde comimos una carbonara buenísima. ¡Un acierto total!
Ya con el estómago lleno, volvimos a la escuela para probar tallas, preparar el equipo y rellenar los papeles del buceo de los siguientes días. Haríamos dos jornadas de inmersiones con dos inmersiones diarias, pero aún no sabíamos exactamente qué puntos conoceríamos.
Después de descansar un rato, salimos a explorar el pueblo y ver qué ofrecía. Pero antes de salir, Laura nos confirmó que a la mañana siguiente a las 6:30 nos recogerían para ir a dos lugares que nos fascinaron (luego os contamos mejor). El ambiente de Amed nos encantó desde el principio: un pueblo con mucha esencia local, tranquilo, lleno de escuelas de buceo, warungs con comida casera y ese aire sano que transmite la comunidad viajera que llega hasta allí. Tras picar algo para cenar, nos fuimos pronto a dormir. Los siguientes días prometían… y mucho.
Recorriendo la zona
Como os dijimos más arriba, en nuestra ruta, hicimos un par de paradas estratégicas que, sinceramente, deberían estar en cualquier itinerario por Bali. Para ello, negociamos con nuestro driver una ruta con estos puntos antes de llegar a la escuela de buceo. ¡Planazo!
La primera parada fue en una cascada que nos habían recomendado hasta la saciedad durante el viaje: Tukad Cepung Waterfall. No teníamos muy claro el porqué de tanta insistencia y menos aún después de haber estado en Java. Aún así, decidimos comprobarlo por nosotros mismos. El acceso es bastante sencillo (aunque con escaleras empinadas), además hay que pagar una entrada. Lo especial de esta cascada es que se encuentra dentro de una cueva, y eso le da un ambiente mágico. El contraste de luz que entra entre las piedras y el sonido del agua cayendo crean un rincón realmente espectacular.



Primer destino, check. Tocaba el segundo: ver el Monte Agung desde uno de los puntos más top para ello. ¿El famoso templo de las puertas? Si ya sabeis nuestro estilo de viajes, sabréis que no. Queríamos evitar las dos horas de cola y la artificialidad que le rodea. Así que buscamos una alternativa con mejores vistas, menos gente y más autenticidad (aunque también era un spot de Instagram, no nos vamos a engañar).
La llegada a ese lugar fue toda una odisea. Ningún conductor quería llevarnos, o nos cobraban auténticas barbaridades. Solo un driver con el que habíamos coincidido en el ferry de Java a Bali accedió a un precio razonable. ¿La razón de tanto rechazo? La descubrimos después.
El trayecto fue, sin exagerar, uno de los peores viajes en coche que recordamos: carreteras destrozadas, estrechas, curvas infinitas y precipicios de los que mejor no mirar. Cuando llegamos, mareados, tocaba subir aún más al mirador. Por suerte, la entrada (unos 5 €) incluía un bus que te lleva hasta lo alto de la colina.
El día estaba nublado y el Agung se escondía, pero nos hicimos algunas de las fotos más bonitas del viaje. Hay una plataforma en un árbol donde te hacen sesión de fotos (si quieres), y aunque también hay una puerta al estilo “Bali”, no tiene la fama de la del templo… pero cumple. Después de esa última parada, ya sí: rumbo a Amed. Una pena no haber visto el Agung en su esplendor desde allí, pero sin duda, valió la pena.






Los dos días siguientes fueron 100% dedicados al buceo (te lo contamos en la siguiente sección), pero nuestro último día en Amed fue de calma y despedida: desayunamos entre arrozales con vistas al Agung, escribimos sobre la experiencia vivida y buscamos alojamiento para nuestro siguiente destino.
Y como no podía ser de otra manera, cerramos nuestro último atardecer en nuestro warung de confianza, con vistas al Agung completamente despejado. Un broche perfecto para este rincón de Bali que nos hizo sonreír… bajo el mar y en la superficie.





Buceando en Amed
Los dos días de buceo en Amed se resumen en una palabra: brutales. Pero como siempre, vamos con los detalles sin filtros porque hay mucho que contar.
Día 1: nuestra primera vez en un pecio (y una tortuga)
El primer día sonó el despertador a las 5:30 de la mañana, porque a las 6:30 nos esperaba nuestra primera inmersión. Ali, fiel a su estilo, durmió regular: nada de miedo a tiburones ni trigger fish, esta vez sus preocupaciones eran otras: era la primera vez que buceábamos en pecios y también desde la orilla (¡con lo que nos justa saltar de un barco!). Fue el combo perfecto para no pegar ojo.
Cuando salimos del bungalow, que estaba dentro de la propia escuela, nos encontramos con el equipo de buceo. Conocimos a Javi, nuestro guía, y a Ali, una chica que estaba haciendo el Divemaster y que nos acompañaría en las cuatro inmersiones.
Después de un trayecto de media hora en camioneta, llegamos al punto base del día, la playa de Tulamben. La primera inmersión del primer día era, ni más ni menos, que el punto de buceo más famoso de Bali, ¡el USAT Liberty Wreck!. Montamos los equipos, nos preparamos y Javi nos explicó el plan. Este pecio tiene una historia increíble: era un barco de carga estadounidense que fue alcanzado por un torpedo japonés durante la II Guerra Mundial, por lo que quedó varado en la playa hasta que una erupción del Agung lo desplazó mar adentro, íbamos a bucear a través de la historia.
Antes de entrar, Ali no pudo evitar soltarle a Javi que nunca habíamos buceado en pecios, ni entrado desde la orilla y que le daban miedo los triggers (ya sabéis, los peces menos amigables del azul). A lo que Javi, con toda la guasa del mundo, respondió: “Todo muy complicado y además lleno de triggers, ¡sí sí!”
La entrada desde la playa fue más fácil de lo que esperábamos (¡gracias Javi!) y una vez bajo el agua… magia. El barco está muy deteriorado, pero eso le da un aura especial. Está repleto de vida, de todo tipo, se ven las banderas de Indonesia y EE.UU. colgadas dentro del barco, además de toda la estructura, el timón, las diferentes salas…además es enorme, por lo que puedes disfrutar de él durante casi toda la inmersión. A pesar de la locura de lugar que acabábamos de visitar, lo mejor llego al final: ya de vuelta, Pablo vio ¡una tortuga!, algo que nos encantó, ya que era la primera que veíamos una buceando. La emoción fue máxima. La salida, eso sí, fue otro cantar: olas + piedras + todo el equipo encima = caída de Ali. ¡Pero sin dramas, solamente unas risas!
Tras el descanso de rigor con café y galletitas, fuimos a por la segunda inmersión del día. Más tranquila, más relax: nudibranquios, peces escorpión, rayas, corales en arena volcánica negra… un fondo precioso y distinto. Y esta vez, Ali no se cayó saliendo (¡milagro!).
Volvimos a la escuela, comimos como si no hubiese un mañana y nos echamos una siesta gloriosa. Por la tarde, fuimos a ver el atardecer a la playa, que fue una auténtica pasada. Y entre cervecitas y buen rollo, acabamos en una especie de disco en la que nos reímos hasta no poder más. Pero había que madrugar de nuevo…
Día 2: otro pecio y un museo submarino
Nuevo día, nueva alarma a las 5:30. Esta vez Ali durmió mejor (efecto cerveza), pero seguía nerviosilla. Mismo ritual, nueva camioneta, y más carretera hasta llegar al segundo pecio: Boga Wreck.
Este barco fue hundido a propósito en 2011 para generar biodiversidad. Aunque no tiene tanta vida como el Liberty, está muy entero, con varias cubiertas accesibles, el timón perfectamente visible e incluso un coche en su interior.
Pablo salió fascinado. Ali… no tanto. Le pareció más claustrofóbico y echó en falta más vida marina. Y sí, segunda caída de Ali al salir, con ataque de risa incluido y Javi tirando de ella para sacarla del agua. Tras otro ratito de descanso (café + galletas, ya tradición), fuimos a por la última inmersión: Kubu Reef.
Y aquí vino la sorpresa del día: estructuras sumergidas con forma de motos, budas, cubos, una hormigonera… todo colonizado por vida marina. Un verdadero museo submarino. Fue la inmersión favorita de Ali, y la guinda fue encontrar un camarón mantis, ese que tiene el puñetazo más fuerte del reino animal. ¡Increíble!
Tras la inmersión, de vuelta a la escuela, café para sellar el logbook, duchita y siesta. Cerramos nuestros días de buceo con una cena en local en nuestro warung favorito, con un atardecer que no se nos va a olvidar nunca. Al final, como suele pasar, nos hicimos amigos de los camareros, ellos nos despidieron con una sonrisa y nosotros con la promesa de volver.










El punto final en esta zona
Llegó el día en que dejábamos Amed. Nuestro siguiente destino era la isla de Nusa Penida, pero para llegar hasta allí teníamos que hacer noche en un lugar estratégico. Justo esos días, Pablo se resfrió (todavía no sabemos muy bien por qué), así que una de las visitas que teníamos pensadas durante el trayecto tuvimos que posponerla. Pero no hay problema, porque volveremos para conocerla.
Sabíamos que el puerto habitual para ir a Nusa Penida era Sanur, el más cercano a Denpasar, pero desde Amed no nos pillaba precisamente a mano. Así que preguntamos a Laura, quien nos dio la clave: un puerto alternativo desde el que solo se tarda 30 minutos en fast boat, la mitad que desde Sanur. Como los barcos no son precisamente nuestro transporte favorito en Indonesia, esa opción nos convenció al momento.
Eso sí, para tomar ese barco, teníamos que dormir antes en otro lugar. Así fue como encontramos un sitio que, sin duda alguna, pasó a ser de nuestros favoritos en toda Bali. Si quieres saber qué puerto usamos… déjanos un comentario, que te lo contamos encantados.
Hablamos con varios drivers buscando el mejor precio para llegar a nuestro alojamiento en Sidemen. Si necesitáis contactos de drivers por el norte de Bali, tenemos un par que nos trataron genial y con buenos precios.
A las 11 de la mañana, el conductor llegó puntual a la puerta de la escuela. Nos despedimos con cariño de Laura y Rai, con la promesa de volver (¡y así será!). Empezamos entonces un trayecto de unas dos horas entre curvas y carteles de “¡peligro volcán!”, que fue todo un espectáculo. Un viaje local, bonito, y con unas vistas que nos hacían pensar que estábamos en otra isla diferente a Bali.
A mediodía llegamos a nuestro alojamiento en Sidemen. El entorno era puro campo balinés, sin rastro de turistas ni hoteles. Nuestra cabañita tenía unas vistas al Agung de infarto. Nos arrepentimos un poquito de no quedarnos más tiempo aquí, pero bueno… otro motivo más para volver.
Comimos y cenamos en un warung local (que literalmente era la casa de la familia) y nos acostamos temprano. Por la mañana, desayunamos con vistas…o mejor dicho con la intuición del Agung, porque las nubes no nos dieron tregua. Pero el paisaje seguía siendo increíble.
Reservamos un Grab que nos llevaría al puerto. Una hora de carretera entre arrozales y pueblitos, hasta llegar a una ciudad donde, después de un poco de lío con el conductor y la ubicación exacta del muelle, conseguimos dar con el sitio. Nuestro barco salía a las 10:30, y nosotros llegamos a las 9:10, así que nos resignamos a esperar.
Pero la espera no fue tanta. Al llegar al puerto (más bien un embarcadero entre casas humildes), uno de los trabajadores nos pidió validar nuestra presencia… y nos montaron en el siguiente fast boat que salió. A las 9:30 ya estábamos rumbo a Nusa Penida. ¡Así da gusto!
Reflexión sobre Amed
Aquí pudimos reconectarnos con el buceo y descubrir una Bali más auténtica. Llegamos a este pequeño rincón del norte por recomendación de amigos y fue, sin duda, uno de nuestros grandes aciertos en la isla. Un lugar que respira tranquilidad, con alma local, y donde el mar lo impregna todo: el ritmo, la vida y las sonrisas de quienes lo habitan.
En la escuela de buceo, nos sentimos como en casa. Gracias infinitas a Laura y Rai por acogernos como si fuéramos de la familia, y a Javi por enseñarnos los secretos que se esconden bajo las aguas de Amed. También a Ali, que compartió con nosotros cada inmersión con una energía que lo hizo todo más especial. Nos fuimos con muchas primeras veces: nuestros primeros pecios, nuestras primeras entradas desde la orilla… y también con nuestras primeras caídas por culpa de las olas, que se convirtieron en carcajadas y recuerdos imborrables.
A Pablo le fascinaron los barcos hundidos, y Ali… bueno, se llevó algunos moratones de recuerdo, pero también la satisfacción de haber enfrentado sus miedos con una sonrisa. Más allá del buceo, Amed nos regaló atardeceres mágicos en la playa música en directo, cenas riquísimas y paseos sin prisa por un pueblo sencillo, sin grandes lujos, pero con todo lo necesario para quedarte a vivir una buena temporada. Eso sí, seguimos sin encontrar un peluquero decente ni una lavandería eficiente, pero ese es otro tema.
¡Nuestra recomendación!
Si vas a recorrer Bali, no dejes esta zona fuera del mapa. Desde Amed puedes vivir la esencia del norte de la isla: volcanes imponentes como el Agung, cascadas escondidas, templos con historia y una vida local que se siente de verdad. Y si te animas a salir a descubrir el fondo del mar, ya sea buceando o haciendo esnórquel, te aseguramos que Amed te va a conquistar. Y si tienes tiempo, añade una noche en Sideman: naturaleza salvaje, vistas al Agung y un silencio que cura el alma.
Amed nos dio uno de los buceos más inolvidables de todo nuestro viaje. Pero también nos enseñó que hay rincones menos conocidos en Bali donde la esencia local, el mar y la tranquilidad siguen vivos. ¡Volveremos!
¿Qué hacer en Amed?
Imprescindibles
- Buceo: los puntos de buceo que existen en Amed son realmente espectaculares. Entre otros, dos barcos hundidos, siendo el USAT Liberty el punto de buceo más famoso de Bali. Encontrarás todo tipo de vida marina, desde pequeños y coloridos nudibranquios hasta rayas y tortugas.
- Bahía Jemeluk: hermosa bahía al lado del pueblo de Amed para hacer snorkel
- Playa de Amed: playa de la ciudad muy extensa, ideal para hacer snorkel con gran posibilidad de ver tortugas. Además, al atardecer la playa tiene un ambiente increíble, con un montón de locales donde comer, tomar algo y disfrutar con vistas al monte Agung (lo bueno es que cada día hay algo diferente en diferentes locales, ¡ellos se organizan y tú disfrutas!)
- Mirador al Monte Agung: os hablamos de él en el texto, dejadnos un comentario si queréis saber más, evitarás turistas, colas interminables y las vistas son iguales o incluso más bonitas.
Si tienes más tiempo
- Penataran Agung Lempuyang Temple: templo con las famosas puertas que tienen vistas al monte Agung. Es un lugar extremadamente masificado, con colas de hasta 2 horas para 2 minutos de fotos. El lugar es bonito, pero para nosotros la masificación le quita todo el sentido. ¡Tú decides!
- Tirta Gangga: se trata de un templo hinduista a los pies del monte Agung
- Bukit Cinta: son unos bonitos arrozales con vistas al monte Agung
En los alrededores de Sidemen
Como os hemos contado, nosotros no pudimos disfrutar de los alrededores de Sidemen, más allá de sus increíbles paisajes, sin embargo, esto es lo que queríamos ver:
- Tukad Cepung Waterfall: cascada escondida entre formaciones rocosas, una caída imponente de agua
- Templo madre de Besakih: templo hinduista muy importante para los balineses a los pies del Monte Batur










