Bukit Lawang, cara a cara con los orangutanes

¿Qué esperábamos de Bukit Lawang?

Mientras organizábamos nuestro viaje por Indonesia, teníamos claro que queríamos vivir experiencias que nos removieran por dentro, que nos marcaran. Y en medio de toda esa búsqueda apareció una actividad que sabíamos quesí o sí teníamos que hacer: ver orangutanes en libertad (o al menos intentarlo). Lo único que sabíamos es que Indonesia es el único país del planeta donde esto es posible.
Nos pusimos a investigar a fondo: ¿cómo se hacía? ¿cuándo era mejor? ¿realmente era ético? ¿cuáles eran las opciones? Y, tras leer mucho, encontramos que había dos lugares clave donde se podía hacer de forma respetuosa con los animales y el entorno.
El primero era Borneo, una isla enorme compartida entre Indonesia, Malasia y Brunei. Allí, la actividad se realiza a bordo de un klotoc (una barca tradicional), recorriendo el río mientras los orangutanes se acercan a unas plataformas donde, a veces, colocan fruta para atraerlos.
La segunda opción era Sumatra, concretamente el Parque Nacional de Gunung Leuser, donde la experiencia es muy distinta: un trekking por la jungla, de uno, dos o incluso tres días, durmiendo en plena naturaleza.
Ambas opciones tenían sus atractivos, y los orangutanes de una zona y otra son ligeramente diferentes (aunque perfectamente podrían ser primos). La verdad es que nos daba un poco igual ver unos u otros, pero hubo un detalle clave que hizo que nos decantáramos por Sumatra. Leímos que, en Borneo, en algunas zonas, colocan fruta en las plataformas para asegurar el avistamiento. Aunque no conocemos la realidad completa, solo con leer eso nos fue suficiente: queríamos hacerlo de forma completamente natural, sin interferir en sus comportamientos y vida.
Así que decisión tomada: sería Sumatra. Y dentro de Sumatra, un nombre se repetía constantemente en todos los foros y guías: Bukit Lawang. Un pequeño pueblo a las puertas del Parque Nacional, que sería nuestro punto de partida para una experiencia que, ya sabíamos, iba a ser inolvidable.

La llegada

Ya no había duda: nuestro siguiente destino sería Bukit Lawang, en pleno corazón de Sumatra. Pero llegar hasta allí no era precisamente sencillo, y solo teníamos una opción viable: volar hasta el aeropuerto más cercano y luego contratar un driver que nos llevase al pueblo.
El aeropuerto elegido fue el de Medan, tanto por cercanía como por logística. Lo que no sabíamos es que estábamos aterrizando en el principal aeropuerto de toda la isla. Como el trayecto por carretera era largo (unas 3 horas y media según Google Maps), decidimos no complicarnos y hablamos directamente con nuestro alojamiento en Bukit Lawang para que nos gestionaran el transporte.
Cuando aterrizamos, el driver nos estaba esperando en la salida. Le explicamos que antes de ponernos en marcha necesitábamos hacer algunas gestiones: sacar dinero, comprar una tarjeta SIM… Y sin problema, nos acompañó, nos esperó con calma y hasta nos ayudó a conseguir una SIM a buen precio.
Con todo listo, pusimos rumbo al pueblo. Y lo que en teoría eran 3 horas y media… acabó siendo un trayecto de más de 4 horas. Durante el camino, el conductor paró en varios puntos: una de las mezquitas más importante de Sumatra, una tienda para comprar cosas para su jefe y un restaurante para comer (bastante turístico, todo sea dicho). Pero al menos nos vino bien para estirar las piernas y reponer fuerzas.

El trayecto, aunque largo, fue muy ameno. El driver nos fue contando un montón de cosas interesantes: anécdotas de la isla, curiosidades del pueblo al que íbamos, el significado de las enormes pancartas florales que vimos por el camino (regalos de boda) y, sobre todo, cómo el aceite de palma era el motor económico de la región.
A medida que nos acercábamos, el paisaje se volvió monótono pero impactante: palmeras por todas partes. Estábamos rodeados por cultivos dedicados exclusivamente a la producción de aceite de palma. Fue la primera vez que vimos de cerca la flor de la que se extrae: una especie de racimo enorme, con frutos rojizos y que podía llegar a pesar ¡unos 30 kilos! También entendimos por qué la producción de este aceite es mala y genera deforestación y destruye hábitats de especies animales, como los orangutanes, y es que ¡solo había palmeras para cultivar este aceite de palma!
Nuestro conductor nos explicó que trabajar en la industria del aceite de palma era muy codiciado. Los sueldos eran altos, las casas estaban subvencionadas por las empresas, contaban con seguro médico y hasta un buen fondo para la jubilación. Nos enseñó también la principal fábrica de la zona y pasamos junto a decenas de camiones cargados hasta arriba con esos frutos.
Y aquí es cuando Ali, como siempre, lanzó su gran pregunta: si los frutos pesaban tanto y las palmeras eran tan altas… ¿cómo los bajaban sin subirse a ellas como hacen con los cocos? El conductor se rio y nos explicó que usaban unos palos larguísimos con una especie de cesto en la punta, parecidos a los que se usan para recoger manzanas, pero claro, muchísimo más grandes. Nos contó también lo peligroso que era ese trabajo. Algunos trabajadores habían fallecido al caerles los frutos encima o incluso electrocutados al tocar cables con los palos. Y ahí entendimos por qué el trabajo, aunque duro, estaba tan bien pagado.
Finalmente, tras curvas, palmeras y toda una clase magistral sobre el aceite de palma, llegamos a Bukit Lawang. Pero aún nos quedaba un pequeño tramo a pie. En el aparcamiento, el conductor nos dijo que no podía seguir más allá. Allí nos esperaba un chico del alojamiento, que sería quien nos guiase por las calles del pueblo hasta nuestro hotel, ya en plena puerta de la jungla.

Primeras impresiones

Eran las cuatro de la tarde. Nuestro avión había aterrizado a las 9:35 de la mañana, pero entre sacar dinero, comprar la SIM, las paradas del conductor para hacer recados, comer, y las cuatro horas de trayecto, habían pasado más de seis horas hasta que llegamos al hotel.
Allí nos esperaba el dueño o el encargado del alojamiento, que nos recibió con una sonrisa. Hicimos el check-in, nos asignaron la habitación, dejamos las mochilas y bajamos de nuevo a la recepción. Tocaba organizar el gran motivo de nuestra visita: el trekking por la jungla para ver orangutanes en libertad.
Charlando con el manager, nos ofreció varias opciones: duración del trekking (uno, dos o tres días), forma de volver (caminando o en rafting por el río), … Como ya lo habíamos hablado entre nosotros, decidimos hacer el trekking de un día (a Ali no le convencía lo de dormir en mitad de la jungla) y también volver caminando, para disfrutar de todo el recorrido. Una vez organizada la excursión, nos quedamos en el restaurante del hotel. Desde allí se veía a los locales bañándose en el río, riendo, jugando… y justo enfrente, comenzaba la selva. Fue un momento muy especial. A un lado, la vida tranquila del pueblo; al otro, la inmensidad verde del Parque Nacional Gunung Leuser.

No salimos a explorar el pueblo, habíamos llegado tarde y el cansancio se notaba. Pero sí tuvimos tiempo de observar el ambiente desde la tranquilidad del restaurante: un entorno humilde, donde los homestays y pequeños hoteles se abrían paso entre la vegetación para alojar a los viajeros que llegaban en busca de aventura. Tras una cerveza bien fría y algo de cena, nos fuimos a descansar. Al día siguiente, a las 9 de la mañana, nos esperaban en el restaurante para empezar nuestra aventura por la jungla.

Recorriendo Bukit Lawang

Nuestro paso por este destino fue breve, pero muy intenso. El primer día lo dedicamos al 100% al trekking por la jungla, que os contamos con detalle en el siguiente apartado; y el segundo lo reservamos para descansar, avanzar algo de trabajo y, sobre todo, asimilar todo lo que habíamos vivido el día anterior.
Bukit Lawang es un pequeño pueblo a las puertas del Parque Nacional Gunung Leuser, que ha crecido gracias al turismo de quienes vienen, como nosotros, con la ilusión de ver orangutanes en libertad. Todo el pueblo está atravesado por un río que lo divide en dos: por un lado, la selva; por el otro, las casas de los locales y los pequeñoshomestays que han ido evolucionando con la llegada del turismo. Ambas orillas están unidas por puentes rudimentarios, de esos que parecen sacados de una película de aventuras. Cruzarlos da un poco de respeto al principio, pero terminan formando parte del encanto del lugar.
En la orilla de la jungla han construido varios hoteles, algo que nos chocó bastante. Ver edificaciones dentro de un entorno natural tan delicado como este nos decepcionó un poco. Entendemos que el turismo sea una fuente de ingresos, pero nos pareció innecesario invadir así un espacio que debería estar protegido al 100%. Por el lado del pueblo, en cambio, conviven la vida local y el turismo de forma algo más equilibrada: casas humildes, puestos de recuerdos, homestays sencillos y locales con una sonrisa siempre dispuesta.
Y en medio de todo, el río. El verdadero corazón del pueblo. Allí vimos a niños jugar con ruedas como si fueran barcas, familias duchándose o simplemente disfrutando del agua… Y a los turistas, observando o cruzando de un lado a otro con cara de asombro. Es un lugar que, a pesar del turismo, mantiene gran parte de su esencia local, aunque con esa tensión constante entre lo auténtico y lo adaptado para el visitante.

Cara a cara con los orangutanes de Sumatra en Gunung Leuser

Como os contábamos al principio de esta entrada, nuestra gran motivación para venir a Bukit Lawang era hacer el trekking por la jungla para ver orangutanes en libertad. ¡Y ese día había llegado! A las 9 de la mañana nos reunimos en el restaurante del hotel, listos para comenzar nuestra aventura.
Nosotros pensábamos que la caminata sería algo similar a nuestra subida al Hibok-Hibok en Filipinas, así que estábamos dispuestos a ir bien equipados: pantalón largo, zapatillas de trekking, litros de agua… Pero el día anterior el manager del hotel nos había sorprendido diciéndonos que mejor fuéramos con pantalón corto. Así que hicimos una mezcla extraña: pantalón corto, camisetas de algodón, calcetines largos de fútbol (sí, los mismos que compramos para el Hibok-Hibok), y nuestras zapatillas de trekking. En la mochila: dos botellas de agua, frutos secos y muchas ganas.
En el punto de encuentro éramos nueve turistas acompañados por tres guías locales. Empezamos caminando por entre puestos de recuerdos, cruzamos el río por uno de los puentes colgantes y entre algunas construcciones que eran hoteles en medio de la jungla.
La primera parte fue rara. Nos llevaron a un alto donde supuestamente se veían orangutanes a menudo… pero aquello parecía una romería. Más de 40 turistas mirando hacia un claro de la selva, como si esperaran que los animales aparecieran por arte de magia. Nos alegramos de que no aparecieran: de haberlo hecho, habríamos sospechado que estaban alimentados o entrenados, algo que no queríamos ni ver ni fomentar.

Ali, con cara de duda, le preguntó al guía si iríamos a otro sitio más profundo. Por suerte, la respuesta fue sí. Y ahí empezó el verdadero trekking por la jungla.
Nos adentramos en el Parque Nacional Gunung Leuser, declarado Patrimonio de la Humanidad. A partir de ese momento, el paisaje cambió: árboles milenarioslianas gigantes, sonidos extraños entre las hojas y una humedad que te envolvía. Uno de los guías iba por delante en busca de animales, mientras otro nos acompañaba y nos contaba cosas sobre la flora y fauna del lugar.

Vimos monos endémicos de la zona, como los langures de Thomas, con su peinado loco y mirada curiosa. Pero los orangutanes… seguían sin aparecer. Empezábamos a aceptar que quizás no los veríamos, cuando de pronto… ¡Sorpresa!
Nos llevaron a un punto donde varios grupos estaban reunidos. Dejamos las mochilas y nos acercamos entre los árboles. Y entonces… ¡los vimos! Dos orangutanes moviéndose entre las ramas, observándonos desde lo alto, completamente libres.

Ali, que se metió entre los grupos de gente y se movía de un lado para otro para ver mejor, tuvo un encuentro increíble. Uno de los orangutanes empezó a moverse de rama en rama hacia ella, bajando con agilidad y fuerza. Fue un momento emocionante, pero también imponente. Lo tuvo tan cerca que, aunque fue mágico, ella misma reconoce que se asustó un poco. Pablo, mientras tanto, los observaba desde otra zona más tranquila.

Con el subidón en el cuerpo, volvimos a por las mochilas y los guías nos prepararon un desayuno de frutas espectacular en mitad de la selva: piña, papaya, sandía… Todo colocado sobre hojas, en el suelo, rodeados de naturaleza. No sabíamos si era el hambre o la emoción, pero nos supo a gloria.

Después del desayuno, seguimos el trekking y vimos más faunaotro grupo de langures de Thomas, gibones saltando entre las copas de los árboles (sí, mostrándonos el culo), y árboles que Pablo no podía abrazar ni con los dos brazos.

Más adelante, otro regalo: otro orangután. Mucho más grande, descansando a su ritmo en lo alto de un árbol. Esta vez, Pablo tuvo la suerte de verlo de cerca, sin tanto revuelo como la vez anterior; la gente se mantenía en silencio.

Avanzamos hasta llegar al «restaurante de la jungla«, un claro donde nos esperaba un plato de Nasi Goreng. No sabemos si fue el lugar, el esfuerzo o el hambre, pero nos supo a diez. De postre: un cuarto de piña para cada uno. Ali, que no es fan, terminó comiéndose la suya entera.
Ese era el punto final para la mayoría. Algunas de las chicas que nos habían acompañado seguían su ruta durmiendo una noche en la jungla, otras bajaban en rafting y nosotros decidimos regresar caminando. Nos asignaron un nuevo guía, un niño de solo 19 años, y emprendimos el camino de vuelta.
En el regreso volvimos a ver al orangután de la siesta y nos cruzamos con argos gigantes. El guía nos fue contando su historia, su familia, su trabajo… y nos llevó por un último tramo donde un grupo de langures de Thomas nos regaló una despedida inolvidable, saltando de árbol en árbol por encima de nuestras cabezas.

Terminamos cruzando el puente colgante más alto de Bukit Lawang mientras el guía cantaba, a ritmo de Jingle Bells: «Jungle trekking, jungle trekking, jungle trekking in Bukit Lawang. See the monkeys, see the birds, see orangutans…» Pegadiza, ¿verdad?
Sobre las 4 de la tarde, llegamos al hotel, con el cuerpo cansado, el corazón lleno y una sonrisa en la cara. Ducha fría (¡muy fría!) y, cerveza en mano, dejamos que el día se nos escapara poco a poco, con la jungla de fondo y una experiencia que jamás olvidaremos.

El punto final en Sumatra

Bukit Lawang fue nuestro único destino en la isla de Sumatra, así que no teníamos más planes por allí. Tocaba despedirse y volver a ponernos en marcha. La única forma posible de salir era en avión, así que teníamos que volver al aeropuerto de Medan.
Según Google Maps, el trayecto era de unas 3 horas… pero ya sabíamos por experiencia que eso era bastante optimista. Nuestro vuelo salía a las 10:30 de la mañana, así que no quisimos arriesgar y organizamos el traslado a las 4:00 de la mañana.
Nos montamos en el coche con sueño, pero con esa energía que te da saber que aún queda mucho viaje por delante. A ratos dormíamos, a ratos simplemente mirábamos por la ventana, dejando que la oscuridad se mezclara con los primeros rayos del día. Incluso hicimos una parada para que el driver pudiera rezar en una mezquita cuando sonó la llamada a la oración.
Esta vez el trayecto fue más ágil: en algo más de tres horas ya estábamos en el aeropuerto, y eso que la ida nos había llevado seis. Eso sí, nos tocó esperar otras tres horas hasta que saliera el vuelo… cosas del viajero previsor.
El aeropuerto de Medan, aunque es el más grande de Sumatra, es sencillo y fácil de recorrer. Hay varias entradas según si tu vuelo es nacional o internacional, pero todo está bien indicado. Llegamos con tiempo de sobra, con los recuerdos aún frescos y las piernas algo cargadas del trekking del día anterior… pero con el corazón tranquilo.
Nos despedíamos así de Sumatra, una isla que nos regaló una de las experiencias más impactantes del viaje: ver orangutanes en libertad en el corazón de la jungla. Y con ese recuerdo como equipaje, estábamos listos para seguir descubriendo Indonesia.

Reflexión sobre Bukit Lawang, el trekking para ver orangutanes y Sumatra

Nuestra aventura en Sumatra fue breve, sí, pero de esas que te remueven por dentro. Elegimos esta isla por una razón muy concreta: ver orangutanes en libertad de forma ética. Y, sin esperarlo del todo, nos encontramos con Bukit Lawang, un pueblito a las puertas de la jungla que nos conquistó.
Aún se respira esencia local, con niños jugando en el río y familias que se bañan al atardecer. Pero también se nota cómo el turismo ha ido ganando espacio, empujado por la puerta tan privilegiada que tienen al Parque Nacional de Gunung Leuser. Nuestras sensaciones fueron muy buenas, aunque no pudimos evitar sentir cierta preocupación al ver tantos turistas: ojalá no se pierda esa autenticidad que hoy sigue viva.
En cuanto al trekking, empezamos con dudas. El primer tramo, con tantos grupos y esa sensación de “esto no es lo que esperábamos”, nos descolocó un poco. Pero después, cuando nos adentramos de verdad en la jungla y tuvimos esos encuentros mágicos con los orangutanes, todo cambió. Aquella mirada, su movimiento entre las ramas, la libertad en estado puro… fue emocionante.
Y sí, nos quedamos con la espinita de no haber hecho un trekking más largo y pasar una noche en la jungla. Creemos que eso le habría dado un giro aún más profundo a la experiencia.
Sobre la isla de Sumatra, solo podemos decir que nos supo a poco. La vimos apenas de pasada, y ahora sabemos que tiene mucho más por descubrir. Estamos convencidos de que volveremos, con más calma y con más tiempo, para dejarnos sorprender por todo lo que esta isla guarda.

¡Nuestra recomendación!

Si quieres ver a estos increíbles animales en libertad, Bukit Lawang es tu sitio. No podemos comparar con Borneo, pero lo que vivimos en Sumatra lo sentimos de forma real y sin trampas. Aquí los orangutanes no bajan por comida, no hay shows disfrazados de selva… Solo naturaleza, emoción y respeto.
Y si puedes, regálale más días a Sumatra, porque tiene mucho más que ofrecer que un simple vistazo desde el coche camino al aeropuerto.

Entre árboles centenarios y miradas de orangután, comprendimos que hay lugares donde la vida aún ocurre sin filtros. Y que proteger a estos maravillosos animales no es una opción, es una responsabilidad.

¿Qué hacer en Bukit Lawang?

Imprescindibles

  • Avistamiento de orangutanes en libertad en Gunung Leuser: trekking por la jungla entrando en el parque nacional de Gunung Leuser para ver orangutanes (no está garantizado ya que están en libertad). Si puedes hacer el trekking con una o dos noches en la jungla tu experiencia será más auténtica
  • Pueblo de Bukit Lawang: date un buen paseo por el pueblo y disfruta de la artesanía local, los cuadros y las figuras de madera realmente merecen la mena

Si tienes más tiempo en Sumatra

Nosotros no pudimos dedicarle más tiempo a esta isla gigante, aunque si pudimos hablar con locales y otros turistas y nos recomendaron algunos lugares que ojalá podamos visitar. Te los dejamos por si puedes dedicarle más tiempo:

  • Lago Toba: se trata dell mayor lago de origen volcánico del mundo, teniendo unas vistas increíbles. Sus alrededores están llenos de pueblecitos con gran encanto. Tiene un pequeño aeropuerto cercano.
  • Islas Mentawai: un gran lugar para disfrutar de la playa y hacer surf
  • Isla de Weh: isla paradisíaca para practicar deportes acuáticos

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