¿Qué esperábamos de Lombok?
Bali, Java, Komodo, Sumatra… todas esas islas tenían algo claro que ofrecernos. Ya fuese bucear, ver orangutanes, escalar volcanes o descubrir culturas muy marcadas, cada una estaba en nuestra ruta por una razón evidente. ¿Y entonces? ¿Qué pasaba con Lombok?
¿Por qué cada vez más viajeros nos hablaban de esta isla? ¿Qué tenía de diferente a lo que ya habíamos vivido en Indonesia? Y, sobre todo… ¿merecía la pena dedicarle tiempo?
Con todas esas preguntas en la cabeza decidimos lanzarnos y dedicarle más de dos semanas para conocer de verdad qué escondía Lombok. No teníamos un plan cerrado, y todo lo que organizamos fue sobre la marcha (de hecho, cambiamos varias veces de idea sobre qué ver, cuántos días quedarnos en cada sitio y cómo movernos). Pero teníamos claro algo: estábamos en agosto, y esta isla parecía perfecta para escapar un poco del bullicio y conectar con un ambiente más local, más auténtico y, por qué no decirlo, más tranquilo. Y ahí empezó nuestra aventura por Lombok…
La llegada
Llegar a Lombok fue, como casi siempre en Indonesia, sencillo. Y es que, en un país formado por más de 15.000 islas, las comunicaciones (por tierra, mar o aire) siempre siguen una lógica parecida. Para llegar desde Nusa Penida teníamos dos opciones: avión o ferry. Y, teniendo en cuenta nuestra experiencia con los barcos indonesios (ejem), lo teníamos claro. Volveríamos a Bali por mar y desde allí cogeríamos un vuelo que, en apenas 40 minutos, nos dejaría en la vecina isla de Lombok.
Una de las cosas buenas que tienen los aeropuertos indonesios es que, por lo general, son bastante fáciles e intuitivos, con las terminales bien separadas entre vuelos domésticos e internacionales. Aunque, eso sí, los vuelos domésticos suelen venir con su dosis habitual de retraso… Pero nada grave.
Al aterrizar en Lombok, no había mucho que pensar. Nuestro único objetivo era encontrar un driver que nos llevara hasta Kuta Lombok, la zona más turística y animada de la isla (junto con las famosas Gili). Y no tardamos mucho en lograrlo: mientras tomábamos un café en el propio aeropuerto, se nos acercó un conductor que nos ofreció un precio razonable y aceptamos sin más.
El trayecto hasta Kuta duró poco más de 30 minutos. Fue durante ese recorrido cuando descubrimos que en la isla hay un circuito de Moto GP (sí, en serio), y que la zona de Mandalika está cobrando cada vez más protagonismo a nivel internacional. Al llegar, nos instalamos en un pequeño guesthome que sería nuestro hogar durante cuatro noches… aunque al final acabarían siendo siete (pero eso ya os lo contaremos).
Primeras impresiones
Lo primero que nos llamó la atención fue que Lombok se sentía distinta. Más salvaje, menos masificada, sin el caos de motos de Bali… y, para nuestra sorpresa, con carreteras mucho mejores (aunque esa buena impresión no duraría demasiado). Tras dejar las mochilas en nuestro guesthome y hacer el check-in, salimos a explorar los alrededores y encontramos una cafetería súper agradable, que acabaría siendo nuestra oficina improvisada durante los siguientes días. De vuelta al hotel, ya con habitación asignada y algo más asentados, decidimos seguir descubriendo la zona.
Nos preparamos y nos fuimos caminando hacia la playa de Kuta. La ruta que elegimos no fue la más bonita ni la más cómoda: poco iluminada, acera estrecha, y bordeando la autovía que conecta con el aeropuerto. Al llegar a la gran rotonda que señalaba el desvío hacia el circuito de Moto GP, giramos a la derecha… y ahí estaba: Kuta Lombok.
Caminando por la calle principal, empezamos a ver los primeros puestos de pescado a la brasa, algunos warungs con encanto y hasta un restaurante argentino que decidimos apuntar para otro día. No era aún hora de cenar, así que seguimos hasta la playa.
La playa de Kuta nos dejó una primera impresión… rara. El ambiente era tranquilo, con tiendas, bares y puestecitos que le daban vidilla, pero al mirar al mar la marea estaba bajísima, y no entendíamos muy bien aquello de que fuera una zona surfera. El mar parecía retirado varios metros y, con sinceridad, no veíamos cómo alguien podía surfear allí. Aquel primer contacto nos dejó más preguntas que respuestas… pero poco a poco, Lombok empezaría a mostrarnos su mejor cara.
Recorriendo Kuta Lombok
Los días siguientes en Kuta los dedicamos a recorrer la ciudad y explorar zonas que aún no conocíamos. Así fue como dimos con “la ruta buena” (sí, esa que no va pegada a la autopista). Poco a poco, Kuta nos fue mostrando su verdadera cara: una ciudad cada vez más hecha para surfers (y para australianos) pero que, a diferencia de Canggu, aún mantiene su esencia local. Entre restaurantes de todo tipo, aún se encuentran casas humildes, warungs callejeros y un ritmo de vida pausado que nos encantó.
Kuta Lombok nos pareció un claro ejemplo de cómo Indonesia se ha ido adaptando al turismo a pasos agigantados, sin perder del todo sus raíces. No era un sitio para bucear, lo sabíamos, pero sí un buen lugar para probar cosas nuevas, como el surf. Y eso hicimos, aunque el camino hasta llegar a esa tabla fue… peculiar.
Durante nuestra estancia, nos invadió la pereza viajera. Aunque teníamos una reserva en las faldas del Rinjani, cuando preguntamos por el trayecto y nos dijeron que serían 4 horas de coche y un precio elevado, lo reconsideramos. Así que, tras hablarlo en la habitación, decidimos cancelar e improvisar unos días más por Kuta.
Y por otro lado está el tema de conducir en Indonesia… lo dejamos para los que no le tienen miedo a nada. Como no conducimos moto, y movernos por nuestra cuenta suele ser complicado, valoramos la opción de alquilar un coche. Viendo que la carretera principal era como una autopista, Ali propuso lanzarnos. ¡Spoiler! Nunca es tan fácil. Esa misma mañana, nos dejaron el coche en el hotel y Pablo se puso al volante. El primer destino: Tanjung Luar, el mercado de tiburones más grande de Indonesia. Queríamos comprobar con nuestros propios ojos lo que se contaba de este lugar y, de ser así, denunciarlo públicamente.
El comienzo del trayecto fue prometedor. Vimos el circuito de MotoGP de Mandalika, nos hicimos mil preguntas sobre cómo gestionan tanta gente allí y seguíamos por carreteras decentes… hasta que se acabaron. Empezaron los tramos estrechos, con curvas y tráfico un poco salvaje. Y en una de esas… ¡reventamos una rueda! Sin herramientas completas para el cambio, ¡estábamos tirados!
Tras llamar al dueño del coche y esperar una hora, llegó una furgoneta blanca con dos tipos. Uno bajó con herramientas, el otro… ¡grabando con el móvil! Todo era surrealista. Decían venir de parte del dueño y nos pidieron que los siguiéramos a “su taller” para más seguridad. Así que allá fuimos. Nos arreglaron la rueda (aunque nos dejaron la de repuesto) y pagamos el equivalente a unos 5 euros. Un poco más pobres, pero con el coche (medio) operativo.
El día había avanzado tanto que decidimos olvidarnos del mercado y replantear la ruta. Nuestro siguiente destino fue Sade Village, un pueblecito tradicional donde aún vive una gran familia local que conserva muchas de sus costumbres. Uno de ellos se ofreció a enseñarnos el lugar: calles de tierra, casas de adobe y tejado de hojas, mujeres tejiendo sarongs, niños jugando… ¡Nos encantó! Se notaba adaptado al turismo, pero no había perdido autenticidad.






Después fuimos a Selong Belanak Beach, una playa preciosa llena de warungs, sombrillas y escuelas de surf. Nos costó elegir entre darnos un baño, tomarnos una cerveza o apuntarnos a una clase de surf… ¡y al final lo acabamos haciendo todo!
Volvimos a Kuta al atardecer, devolvimos el coche (al mismo señor que nunca mencionó lo de la rueda) y nos fuimos a cenar. Mientras elegíamos restaurante, decidimos: al día siguiente, ¡surf! Contactamos con una escuela y pedimos un conductor privado. No queríamos más sustos.
Esa noche paseamos un poco más lejos de lo habitual. El camino era oscuro y, justo cuando pensábamos darnos la vuelta, un chico se acercó a Ali y le ofreció… setas. Sí, de esas setas. Por lo visto son bastante comunes en Lombok y las Gili. Declinado el plan, seguimos hasta dar con una hamburguesería que tenía un skate park dentro. La hamburguesa, espectacular.
Al día siguiente a las 9:00 ya teníamos al conductor esperando para llevarnos de nuevo a Selong Belanak. Íbamos a hacer nuestra primera clase de surf. Laura (la hermana de Ali) y su pareja, Víctor, llevaban años insistiendo en que lo probáramos… y por fin lo haríamos. Ellos estaban casi más emocionados que nosotros. ¡Por cierto! Recuerda revisar las mareas para no llevarte sorpresas.
Al llegar a la escuela, nos explicaron la técnica básica: ponerse de pie en la tabla y poco más. Cada uno con su monitor, ¡nos lanzamos al agua! Caídas, risas, desequilibrio total… hasta que ¡Ali logró mantenerse en pie! Pablo tardó un poco más, pero también consiguió surfear algunas olas. Tras dos horas de golpes y carcajadas, nos pedimos unas cervezas y charlamos con los instructores. Otro ofrecimiento de setas (rechazado, again), y comida rica para cerrar la mañana. Prometimos volver… pero al día siguiente estábamos tan molidos que se nos quitaron las ganas.







Recorriendo el interior de la isla de Lombok
Después de despedirnos de Kuta Lombok, cogimos un driver que nos llevaría a nuestro siguiente destino: Mataram, la ciudad más grande de la isla. No nos quedábamos allí por la ciudad en sí, sino porque queríamos usarla como base para visitar dos lugares que nos apetecían mucho. Ese primer día fue tranquilo, lo pasamos en un hostel muy agradable, trabajando y organizando los próximos destinos.
A la mañana siguiente, con todo planeado, a las 8:00 nos recogía nuestro driver para el día. La primera parada estaba a casi 2 horas de camino: las cascadas de Benang Stokel y Benang Kelambu. Al llegar, el conductor nos dejó en el aparcamiento, donde pagamos una tasa de entrada que incluía un guía. Elegimos la ruta corta, que incluye dos cascadas (también hay opciones más largas, de hasta cuatro cascadas), y comenzamos nuestro paseo.







Tras unos 10 minutos caminando entre vegetación frondosa, llegamos a las primeras: tres caídas de agua brutales que ya nos dejaron con la boca abierta. Continuamos unos 25 minutos más (entre cuestas, raíces y monos salvajes que a Ali le daban bastante yuyu) hasta alcanzar Benang Kelambu, una cascada completamente salvaje, cubierta por vegetación. Un rincón mágico que parecía sacado de una película.
Después, volvimos por el mismo sendero para reencontrarnos con nuestro conductor. Nos quedaba todavía otra hora de camino hasta el siguiente destino: Tetebatu y sus terrazas de arroz. Al llegar, un guía local nos explicó las opciones que ofrecía el recorrido, que también incluía una cascada… pero el calor apretaba, era la 1 del mediodía, y ya no teníamos tanta energía. Así que acordamos con él un paseo más breve y tranquilo.






Aun así, las terrazas nos encantaron. No solo por el paisaje, sino por las explicaciones del guía: nos habló de cómo se cultiva el arroz, de cómo este trabajo sostiene la vida de muchas familias, y del valor de cuidar lo que la tierra nos da. Fue una experiencia muy enriquecedora, más sencilla y menos turística que la que habíamos tenido en Ubud. Más auténtica, más cercana.
De vuelta al coche, solo pensábamos en llegar al hostel, ducharnos y descansar… pero ¡sorpresa! El coche del driver decidió que ya había trabajado suficiente por ese día y se averió. Tuvimos que esperar a que su hijo llegara con otro coche. Por suerte, no tardó mucho.
Al día siguiente nos tocaba conocer nuestro último destino en Lombok: Senggigi. ¿Por qué Senggigi? Pues… buena pregunta. En algún blog (claramente desactualizado) habíamos leído que era una buena zona para alojarse si tu siguiente destino eran las Islas Gili. Así que allá fuimos. La realidad fue bastante distinta. Senggigi nos pareció una ciudad un poco fantasmal. Como uno de esos lugares que, en su día, vivieron un boom turístico… pero que ahora se sienten abandonados, con hoteles vacíos y calles casi sin vida. Pasamos allí una tarde y un día entero, sin mucho que hacer ni mucho que ver. La playa estaba desierta, los restaurantes cerraban temprano, y la ciudad parecía estar en pausa. Fue, sin duda, el sitio más raro de toda la isla.
El punto final en esta isla
A la mañana siguiente, pusimos rumbo a las Gili. Bastaron un shuttle bus de una hora y un barco público para plantarnos en estas pequeñas islas, pero esa historia os la contamos en el siguiente post. Eso sí, Lombok todavía tendría un último capítulo para nosotros.
Después de pasar unos 10 días entre las Gili, volvimos a pisar suelo lomboknés. Habíamos contratado con un puestecito local en la isla nuestro transporte hasta el aeropuerto: supuestamente, un coche privado nos recogería en el puerto de Bangsal y nos llevaría directamente. Todo parecía sencillo… pero estábamos en Indonesia.
El driver, nos dejó en un hotel cercano donde pasaríamos la noche, ya que nuestro vuelo salía al día siguiente. El hotel, aunque impresionante, estaba completamente desangelado. Un lugar con capacidad para más de 100 personas… y no había ni 10 huéspedes. Una sensación extraña, como si el tiempo se hubiera detenido allí.
A la mañana siguiente nos esperaba el coche a las 8. Nuestro vuelo salía a las 10, así que todo parecía ir bien. Pero… esto seguía siendo Indonesia. Lo retrasaron, por supuesto, y no despegamos hasta las 12:45. Así nos despedíamos de Lombok: con caos, retrasos, situaciones surrealistas… pero también con una sonrisa. Porque, al final, así es Indonesia. Y, sinceramente, ya nos había ganado por completo.
Reflexión sobre Lombok
Lombok nos dejó sentimientos encontrados. Y creemos que esa frase resume perfectamente todo lo que vivimos en esta isla.
Empecemos por lo bueno: Kuta Lombok nos pareció un destino genial. Tiene playas preciosas, un ambiente relajado y surfero, y todo lo que puedes necesitar para pasar una buena temporada. Sí, hay turismo, especialmente australiano, pero sin la masificación de sitios como Canggu. Aquí el ritmo es otro, más tranquilo, más auténtico. Además, la playa de Selong Belanak Beach nos encantó: ambiente local, puestecitos y nuestra primera clase de surf, que hizo que la experiencia fuera aún más divertida.
Mataram fue simplemente un lugar de paso, pero con una estancia en un hostel que nos encantó. Desde allí conocimos lugares que sí nos marcaron: las cascadas de Benang Stokel y Benang Kelambu nos parecieron una maravilla natural y los arrozales de Tetebatu, una ventana al día a día de muchas familias. Eso sí, pagar guía obligatorio en las cascadas no nos convenció del todo, especialmente porque el recorrido fue muy sencillo.
Senggigi, en cambio, fue un sitio que nos dejó bastante fríos. Una ciudad que parece haber vivido tiempos mejores y que ahora transmite una sensación de abandono. Lo único que salvamos fue un supermercado con charcutería donde Pablo volvió a disfrutar de un buen bocadillo de queso (pequeñas alegrías del viaje). Pero vamos, si tu intención es visitar las Gili, Senggigi no es la mejor base: está a una hora del puerto de Bangsal y no tiene mucho que ofrecer.
Y antes de terminar, queríamos hablar del Rinjani. Nosotros decidimos no hacer el trekking y queremos explicar por qué. Se trata de un volcán activo de 3.726 metros (sí, más alto que el Teide). Los tours que se ofrecen son exigentes: mínimo una noche acampando, 8 horas de subida y bajada, sin contar lo que puede suponer la altura o el estado de los caminos. Si eres una persona acostumbrada a la montaña, adelante: las vistas deben ser espectaculares. Pero si haces una rutilla de vez en cuando y ya… mejor no te lo plantees. Nosotros vimos a gente literalmente doblada después de hacerlo. Así que: cabeza, que no estamos en Europa y aquí las medidas de seguridad son… diferentes.
¡Nuestra recomendación!
Si estás planeando un viaje a Indonesia, incluye unos días en Lombok. Quizás no tenga el mismo marketing que Bali o Komodo, pero te regalará una versión más auténtica y salvaje del país. Nosotros, sin dudarlo, te recomendaríamos empezar por Kuta Lombok y sus alrededores. Si estás dudando entre pasar unos días en Canggu o aquí… quizá sea el momento de replanteártelo. Y si tienes más días y quieres ir un poco más allá, sube hacia el interior: Tetebatu y sus arrozales, las cascadas escondidas y la vida local te darán una perspectiva muy distinta a lo habitual. Lombok no es para todos. Pero si decides conocerla, seguro que te sorprende.
Nos vamos de Lombok con la sensación de haber conocido una Indonesia distinta, más tranquila, más real. Una isla que nos hizo surfear, desesperarnos y también sonreír. Y aunque no todo fue perfecto… justo por eso, nos pareció tan auténtica.
¿Qué hacer en Lombok?
Imprescindibles
- Kuta Lombok: ciudad en el sur de la isla de Lombok con multitud de opciones de restauración y ocio. Cuenta con numerosos atractivos a su alrededor en especial para los amantes del surf
- Selong Belanak Beach: playa relativamente cerca de Kuta Lombok. Ideal para practicar surf (en especial si quieres dar unas clases). ¡Déjanos un comentario si quieres saber cuál fue nuestra escuela! ¡La verdad que lo pasamos fenomenal!
- Kuta Beach/Mandalika Beach: se trata de la playa de la ciudad de Kuta, por lo que probablemente la visitarás. Aunque está bastante bien, creemos que existen playas mejores en los alrededores
- Tanjun Aan Beach: bonita playa en los alrededores de Kuta Lombok que es ideal para ver un bonito atardecer
- Tetebatu: es un pueblo del interior de la isla, si lo visitas, aunque es curioso, te darás cuenta que solamente tratarán de venderte cosas. Con el mismo nombre se conoce todos sus alrededores, se encuentra al sur del Monte Rinjani y cuenta con multitud de arrozales, su principal atractivo
- Benang Stokel and Benang Kelambu Waterfall: son las cascadas más impresionantes de Lombok, situadas en el interior de la isla. Puedes elegir el número de cascadas que ver, en función de ello, la ruta es más o menos larga (y cara). Irás con un guía, aunque realmente se podría hacer por libre, ya que es bastante seguro, pero ya sabes…Nosotros hicimos las dos primeras y creemos que es más que suficiente
Si tienes más tiempo
- Mawun Beach: playa en los alrededores de Kuta Lombok donde también podrás practicar surf
- Sade Village: pueblo en el interior, no muy lejos de Kuta Lombok que mantiene las tradiciones antiguas de cómo se vivía hace tiempo en esta isla, así como sus costumbres, a pesar de que hay un grupo de locales que realmente viven en esta aldea, te darás cuenta que es un lugar turístico, no obstante, es bastante curioso. Con la entrada apoyarás a la comunidad local
- Pink Beach: playa de difícil acceso ubicada en el este de Lombok donde el reflejo del sol en la arena hace que adquiera unos tonos rosados, ¡no te esperes un color rosa increíble!
- Sembalun: zona situada en el oeste, a los pies del Rinjani. Es un lugar perfecto para observar el Rinjani desde la cercanía
- Tiu Kelep Waterfall: cascada en el norte de la isla y del Monte Rinjani, mucho menos espectacular que las mencionadas arriba
- Circuito de Mandalika: es el circuito de automovilismo y motociclismo de Indonesia. Resulta curioso ver en esta isla este tipo de infraestructuras o los carteles de pilotos como Marc Márquez. Se puede ver desde la carreta y si eres un gran aficionado, hay actividades disponibles en el interior
- Mataram: es la ciudad más grande de Lombok. No tiene ningún atractivo en concreto; pero como curiosidad se formó a través de la unión de distintas aldeas
Trekking Monte Rinjani
Hacemos un mini-apartado especial sobre este trekking, uno de los principales atractivos de la isla y por el que vienen una gran parte de los turistas. Se trata de una aventura de alto riesgo (ahora te contamos por qué), en la que podrás ascender a este pico de unos 3700 metros de altitud bien en 1 o 2 noches. En función del número de noches que elijas harás una ruta u otra y visitarás diferentes puntos, como el cráter o las cascadas de los alrededores.
Desde nuestro punto vista, es una de las actividades de mayor riesgo de todo el país, sobretodo por la dudosa valentía de la gente al tratar de hacer esto cuando no están acostumbrados. Se trata de una ruta de elevada exigencia física y para la que necesariamente deberías contar con experiencia: el terreno no es sencillo, suele ser resbaladizo, dormirás en tiendas de campaña, cargarás con peso durante toda la ruta, pasarás calor y frío y recuerda que estás no solo en Indonesia, sino en Lombok, una isla mucho menos turística que Bali, por lo que la asistencia sanitaria también se ve reducida.
Haznos caso y no te la juegues: vimos a bastante gente con lesiones y con dificultades para caminar después de atreverse a hacer este trekking y desgraciadamente, por todos son conocidas las muertes que se han producido en este lugar y las deficientes medidas de las autoridades no solo para evitarlas sino para actuar ante situaciones de emergencia.













