¿Qué esperábamos de Nusa Penida?
Otro de nuestros grandes imprescindibles en Indonesia era Nusa Penida. Esta isla, justo al lado de Bali, concentraba muchas de las imágenes que teníamos en mente cuando pensábamos en este país: playas paradisíacas, naturaleza en estado puro y, cómo no, buceo del bueno.
Además, era un destino recurrente en las recomendaciones que nos llegaban de amigos y conocidos que ya habían estado por estas tierras. Tenía todos los ingredientes para convertirse en un must absoluto de nuestro itinerario.
Y si todo eso no fuera suficiente, mientras preparábamos el viaje, nos enteramos de una noticia que terminó de convencernos: ¡habían abierto una escuela de Pura Vida en Nusa Penida! Solo con leer lo que se decía del buceo en la zona (mantas, mola mola…) nuestras ganas no hacían más que crecer. Así que, sin dudarlo, pusimos rumbo a esta isla que prometía ser inolvidable.
La llegada
Como ya os contamos en el post de Amed, a Nusa Penida solo se puede llegar en barco, y nosotros elegimos la opción más corta posible (porque si has viajado por Indonesia, ya sabes que lo de los barcos siempre tiene su intríngulis). Esta elección implicaba no llegar al puerto principal de la isla, pero la diferencia era mínima: apenas 10 minutos en coche, así que el “inconveniente” era más bien simbólico.
Nada más pisar tierra firme en Nusa Penida, nos encontramos con un clásico del sudeste asiático: una avalancha de drivers y taxistas ofreciéndose para llevarnos a nuestro alojamiento. En esta isla, Grab no funciona, y como ya sabéis, nosotros no vamos en moto, así que tocaba negociar sí o sí. Por suerte, dimos con un conductor majo que nos llevó por un precio razonable.
Nuestro alojamiento no estaba junto al mar, como muchos de los hoteles del oeste de la isla, sino en lo alto de una colina. El hotel era bastante humilde, pero sus vistas y el cariño de las dueñas compensaban cualquier falta de lujo. Eso sí… la subida para llegar era curiosa, con vacas a un lado, perros al otro…




Primeras impresiones
Como ya es costumbre, cogimos el barco por la mañana, así que a las 10:00 estábamos desembarcando en Nusa Penida y, media hora después, ya estábamos haciendo el check-in en el hotel. Todo fue rápido y sin problemas, así que aprovechamos para marcarnos nuestro siguiente objetivo del día: acercarnos a la escuela de buceo para firmar los papeles y probar los equipos.
La chica del hotel, que era un encanto, se sorprendió cuando le dijimos que iríamos caminando. Nos miró con una mezcla de ternura y preocupación y nos pidió que tuviésemos mucho cuidado. Aquello ya nos daba una pista de lo que se venía… y sí, el camino empezaba con una bajada empinadísima que, aunque duró solo 10 minutos, sabíamos que subirla luego sería otra historia.
Una vez en la carretera principal, nos esperaban unos 30 minutos más de caminata hasta la escuela. Pero antes, hicimos una parada estratégica en un café con unas vistas alucinantes: el color del agua era brutal y ya se notaba que el mar aquí se movía con fuerza. Con el café en mano, seguimos andando y nos cruzamos con varias escuelas de buceo, restaurantes, beach clubs… y empezamos a notar que esta zona era bastante más turística que Amed. Cuando llegamos por fin a la escuela, nos recibió Sofía. Nosotros sí nos acordábamos de ella de hacía un par de años… ella de nosotros, como es normal, no. Pero fue majísima, hicimos todos los trámites sin problema y aprovechamos para mandarle los saludos que nos habían encargado desde Amed.
Con todo preparado para bucear al día siguiente (nuestro segundo día completo en la isla), le pedimos recomendación para comer y nos mandó a Warung Beach. Buena comida, buen precio y vistas al mar… aunque el wrap “picante” de Pablo resultó ser más suave que un plátano. Después de comer, tocaba subir de nuevo al hotel. Esta vez sí que las piernas nos ardían un poco, pero nada que un par de resoplidos y algunas pausas para “ver el paisaje” no pudieran solucionar (sí, sí, el paisaje…).
Ya en el hotel, hablamos con la chica de recepción porque necesitábamos un driver para el día siguiente. Nos pasó el contacto de uno que acabaría acompañándonos durante toda nuestra estancia y que, además, tenía su faceta de tiktoker viajero. No exageramos si os decimos que fue una de las sorpresas del viaje. Si necesitáis el contacto de un driver de confianza en Nusa Penida, dejadnos un comentario.
Cerramos el día bajando una vez más (sí, otra vez a pie) hasta un bar a orillas del mar. Nos tomamos unas cervezas, picamos algo y empezamos a saborear lo que nos esperaba en Nusa Penida.
Recorriendo la isla
Nuestro primer día en Nusa Penida empezó temprano. A las 8:00 ya nos recogía el driver en el hotel, después de un desayuno rápido. Nos preguntó si nos importaba que le acompañara un amigo que estaba aprendiendo el oficio, y por supuesto dijimos que no. Eso sí, Ali tenía claro que antes de arrancar, parada obligatoria en la bakery para su dosis de azúcar en forma de napolitana de chocolate y croissant. Tradiciones que no se pueden romper.
Con café en mano y dulces en la mochila, pusimos rumbo a Diamond Beach. Fuimos bordeando la costa norte y las vistas eran una auténtica maravilla. Sin exagerar, una de las carreteras más bonitas que hemos visto en nuestra vida. Pero también empezamos a darnos cuenta de algo: esta isla no es para novatos en moto (spoiler: más adelante confirmamos esta teoría).
Después de un rato largo pero entretenido entre curvas, llegamos al tramo final. Llamarlo carretera sería generoso… firme de tierra, bordes rotos, acantilados… un cóctel perfecto para agarrarse fuerte al asiento. Por fin llegamos al parking de Diamond Beach, donde pagamos una entrada simbólica (¡que incluía un imán de regalo para las mamis!) y comenzamos la visita.
Nuestro driver nos acompañó un rato, nos hizo fotos (¡mil gracias por eso!) y nos explicó que a un lado teníamos Diamond Beach y al otro, bajando por unas escaleras, Atuh Beach. Subimos al mirador de Diamond (sí, Ali se cayó, como no) y desde allí las vistas eran brutales. Atuh Beach tenía pinta de playa más tranquila, con sombrillas y tumbonas, pero para bajar había que enfrentarse a unas escaleras empinadísimas y con Ali ya con el día torpe… decidimos que mejor dejarlo para otra ocasión. Dos playas por una, y sin empacho de escalones.




Nuestra siguiente parada fue un mirador del que habíamos leído buenas críticas. Cuando el driver nos dejó en el parking y nos dijo “nos vemos en dos horas”, nos miramos tipo: pero ¿qué hay ahí? Nos echamos al camino entre dudas, bajamos escaleras, llegamos a una especie de explanada con una subida empinada y mucha gente haciendo cola… para una plataforma de fotos. Obviamente, la cola no la hicimos, pero subimos igual por las escaleras laterales. Y menos mal. Desde ese saliente natural, las vistas eran de otro planeta. No exageramos. Nos hicimos nuestras fotos sin esperar horas y, cuando volvimos, el driver flipó con que hubiésemos llegado tan lejos y tan rápido. Si queréis el punto exacto, dejarnos un comentario.





La última parada del día fue una joya poco conocida que nos recomendaron Oriana e Isaac en Yogyakarta: un templo escondido dentro de una cueva. Lo más curioso es que para acceder tienes que entrar por una grieta entre rocas que parece imposible. Una vez dentro, el ambiente era de recogimiento total. Solo había gente local rezando, y eso lo hizo aún más especial. Si queréis la ubicación, dejadnos un comentario.



Ya era hora de comer y no queríamos subir al hotel para volver a bajar luego a cenar, así que paramos en la misma bakery de la mañana y pedimos un bocata de pollo. Sencillo, pero sabía a gloria. De vuelta en el hotel, acordamos con el driver la recogida del día siguiente para ir a la escuela de buceo: a las 7 de la mañana. El día de buceo os lo contamos más adelante que da para rato.
Nuestro último día en la isla tenía un plan claro: visitar los lugares más famosos. Para aprovechar la mañana, quedamos con el driver a mediodía y así por la mañana pudimos escribir, organizar y disfrutar tranquilamente del desayuno en nuestro warung de confianza.
A la hora acordada, partimos hacia Kelingking Beach, la joya más icónica de Nusa Penida. El trayecto fue… intenso. Carreteras interiores, curvas cerradas, barrancos. Nuestro driver, local de pura cepa, conocía el terreno y conducía como si fuera el rally de Galicia (¡hola, Manu!). Pero la tranquilidad duró poco: una moto se estampó contra nuestro coche en plena curva. Un susto grande, con discusión incluida y vecinos que salieron a ver qué pasaba. Todo quedó en eso, pero el cuerpo ya iba tenso. Seguimos ruta y, minutos después, casi atropellamos a unos turistas despistados. El driver empezó a ir más despacio y nosotros íbamos con los nervios en punta. Cuando por fin llegamos al parking de Kelingking, agradecimos la brisa en la cara.
El mirador es, sin duda, impresionante. Pero no podíamos evitar preguntarnos: ¿qué están haciendo con este lugar? En la entrada, un columpio gigante promovido por un hotel en construcción rompía todo el paisaje. Y lo peor: están construyendo un ascensor para bajar a la playa. ¿De verdad?
Bajar a pie ya es peligroso (hay cola, hay monos, no hay seguridad), y la playa no es para bañarse. Pero claro, la gente lo hace igual. Después nos preguntamos por qué pasan accidentes… Como viajeros, nos dio mucha pena ver cómo el turismo descontrolado arrasa con espacios naturales que deberían respetarse.




Nos fuimos con esa mezcla de emoción y decepción, y pusimos rumbo a dos sitios que nos reconciliaron con la isla: Broken Beach y Angel’s Billabong.
Broken Beach fue increíble. Estábamos solos, el lugar es imponente, y nuestro driver nos llevó a rincones escondidos y hasta nos hizo una mini sesión de fotos. Después, nos sentamos en Angel’s Billabong a ver el atardecer, comparándolo con la Costa da Morte en Galicia, mientras hablábamos de lo afortunados que éramos por poder vivir esos momentos.





Así terminó nuestro tercer día y nuestra experiencia en Nusa Penida. Al día siguiente, tocaba cerrar la mochila, despedirse del hotel y poner rumbo al puerto para seguir descubriendo Indonesia.
Buceando en Nusa Penida
Nuestro segundo día en la isla estaba reservado para una actividad muy especial: bucear en Nusa Penida. Habíamos elegido la escuela de Pura Vida por afinidad, ya que la conocíamos de otros destinos como Amed o Koh Tao, y porque tener instructores que hablen español siempre es un plus. Al llegar el primer día a la oficina, Sofía nos comentó que nuestro guía sería local. Aunque esperábamos alguien de habla hispana, no nos importó. Entendíamos que era una escuela nueva y que también habría guías de la isla. Así que nos centramos en disfrutar de las tres inmersiones que nos esperaban.
A las 7 de la mañana ya estábamos en la escuela. Nos recibió un par de chicos que tardaron un poco en entrar en calor, pero al final se animaron. Nos empezamos a equipar con un neopreno de 7 mm largo, algo que nunca habíamos usado antes… pero que agradeceríamos segundos después de entrar al agua. Nos dirigimos al barco, donde coincidimos con unos chicos que ya conocíamos de Amed, lo que nos alegró un montón. El primer punto de inmersión no podía ser más prometedor: Manta Point. El lugar soñado para ver mantarrayas.
El trayecto en barco fue… movidito. Íbamos todos apelotonados en la parte trasera para equilibrar el peso y reducir el vaivén. Después de más de 45 minutos de navegación, llegamos al punto. Allí, uno de los instructores dio el briefing general (en español e inglés) para todos los grupos. A nosotros nos asignaron un guía local con quien bucearíamos junto a una chica inglesa. La inmersión empezó fuerte: el agua estaba helada y al bajar vimos dos mantas enormes. Pero algo no cuadraba. El briefing hablaba de un pináculo donde las mantas solían reunirse, pero nunca llegamos a ese pináculo. El guía nos llevó a una zona diferente, con algo de corriente, y tras 40 minutos de buceo (y con Ali sin aire), tocó subir.
Una vez en el barco, la decepción fue brutal. El resto del grupo comentaba haber visto 5 o 6 mantas girando a su alrededor, justo en el pináculo del que hablaban. Y nosotros… no entendíamos qué había pasado. No solo nos perdimos lo mejor, sino que no se cumplió nada de lo explicado. Intentamos no agobiarnos, aún nos quedaban dos inmersiones más.
El segundo punto era Crystal Bay, un lugar famoso por la posibilidad de avistar al Mola Mola. De nuevo, briefing en el barco (por el mismo instructor) y, de nuevo, asumimos que lo que nos contaban no iba a aplicarse a nuestro grupo. En esta segunda inmersión, Pablo tuvo problemas con la máscara, lo que hizo que consumiera el aire muy rápido, así que subimos antes de tiempo mientras el guía seguía con la otra chica.
¿La inmersión? Con baste coral y por suerte, en buen estado,, pero el guía no nos marcaba nada, no señalaba nada, no decía nada. Cuando volvimos al barco, los demás contaban que habían visto tortugas y mil cosas más. Nosotros… nada. Nos enteramos por un chico que estaba haciendo el Dive Master de que Crystal Bay puede llegar a los 400 metros de profundidad y que las corrientes pueden arrastrarte hacia abajo. ¡Ali se asustó de solo pensarlo! En ese punto, las ganas de seguir eran pocas.
El barco hizo una parada en tierra para dejar a quienes solo hacían dos inmersiones, y también se bajó nuestro guía. Nos quedamos sin saber quién nos llevaría en la tercera. Y entonces apareció el tercer instructor, que sí se presentó, sí nos hizo briefing personalizado, y sí se quedó con nosotros: cuatro personas, un guía, todo claro. El sitio: SD Point, conocido por tener bastante corriente pero también por ser uno de los mejores puntos de buceo.
Ali tenía respeto a este lugar, pero nos tiramos al agua con todo el equipo. Y menos mal, porque fue la mejor inmersión del día. La corriente nos llevaba como en una cinta transportadora a lo largo de una barrera de coral increíble. El guía nos fue enseñando especies, marcando detalles y haciendo del buceo una experiencia. Por fin, sentíamos que alguien se preocupaba por mostrarnos lo que veíamos bajo el agua.

Al volver a la escuela, hablamos un rato con el chico del Dive Master (uno de los más majos del día) y nos recomendó un sitio donde cenar pizza. Queríamos hablar con Sofía para transmitirle nuestra sensación, pero no conseguimos coincidir. Le contamos lo ocurrido al chico y nos explicó que nuestro primer guía era freelance, lo cual explicaba muchas cosas. Así terminó nuestra experiencia de buceo en Nusa Penida: entre mantas lejanas, corrientes intensas y una última inmersión que salvó el día.
El punto final en esta zona
Tocaba despedirnos de Nusa Penida. Nuestro siguiente destino nos esperaba lejos, y eso significaba volver a movernos. Para llegar hasta allí, primero teníamos que regresar a Bali continental y después dirigirnos al aeropuerto de Denpasar.
Lo más sencillo habría sido tomar el clásico barco a Sanur; pero fieles a nuestra filosofía de menos tiempo en barco, mejor, optamos por volver al puerto desde el que llegamos, con un trayecto marítimo de apenas 30 minutos.
Una vez en Bali, nos esperaba un trayecto algo más largo por carretera, pero nada que no pudiésemos gestionar con calma. Llegamos a nuestro hotel en Denpasar, donde haríamos noche antes de coger el vuelo a nuestro siguiente destino.
Reflexión sobre Nusa Penida
Nusa Penida fue un jarro de agua fría… en todos los sentidos. Vimos acantilados que nos dejaron sin palabras, pero también vimos cómo el ser humano puede destruir un entorno único en nombre del turismo. Nos sentimos decepcionados con la organización del buceo, vivimos tensiones entre locales, pero también momentos de calma y belleza pura.
A nivel de naturaleza costera, Nusa Penida es espectacular. Sus acantilados desafiando la física, el viento cortándote la respiración, y ese mar azul profundo te hacen sentir diminuto. Difícilmente encontrarás algo parecido en el resto de Bali, y quizás por eso nos impactó tanto. En el interior de la isla, la vida local sigue latiendo con fuerza. Si te alejas un poco de los puntos turísticos, descubrirás aldeas tranquilas, niños saludando a tu paso y ese ritmo pausado que tanto nos gusta.
Sobre el buceo, a pesar de nuestra mala experiencia personal, no podemos negar que los fondos marinos de Nusa Penida son un espectáculo. No culpamos a la escuela, sino al mal emparejamiento con un guía freelance que no supo estar a la altura. Aun así, ver mantas (aunque fuera de lejos) y recorrer SD Point con esa corriente que te lleva flotando entre corales fue inolvidable. Esta isla es uno de esos lugares donde el buceo se ha integrado con fuerza, y eso se nota: cada vez más gente bucea y eso, bien gestionado, es una buena noticia para la protección del océano.
¡Nuestra recomendación!
si estás en Bali, no dejes pasar Nusa Penida. Sus acantilados son de los mejores que verás en Indonesia. Y si te gusta bucear, lánzate al agua: quizás tengas la suerte de ver mantarrayas, Mola Mola e incluso, como ha pasado este año, una hembra de tiburón blanco. La isla te sacude, para bien o para mal, pero nunca te deja indiferente.
Nos íbamos de Nusa Penida con sentimientos encontrados, pero con la certeza de que esta isla merece la visita… y quizás, una segunda oportunidad.
¿Qué hacer en Nusa Penida?
Imprescindibles
- Kelingking Beach: es la playa y el acantilado más icónico de Nusa Penida. Mucha gente cree que está en la isla de Bali, pero se encuentra en esta pequeña isla. Actualmente, están destrozando todo el entorno «en nombre del tusimo»
- Diamond Beach: playa con un espectacular acantilado y unas vistas increíbles. No está permitido el baño y no, no te arriesgues si no quieres un susto…o algo peor
- Broken Beach: arco natural que separa el mar de un playa sin acceso, formando una vista muy bonita y curiosa
- Angel’s Billabong: piscina natural que se forma cuando sube la marea y con olas considerables. Al igual que en muchos puntos de esta isla, no hace falta que te la juegues para sacarte una foto, no serías el primero que tiene un susto importante
- Buceo: El buceo en Nusa Penida tiene mucho que ofrecer, desde fuertes corrientes hasta una gran variedad de vida marina, siendo el principal atractivo el avistamiento de mantas y con algo más de suerte del famoso mola mola
- Atuh Beach: es una playa con bonitos acantilados en la que el baño está permitido ya que está más resguardada. Ha perdido parte de su esencia puesto que está llena de tumbonas y sombrillas
- Mirador a la inmensidad: se trata de un increíble mirador que conocimos gracias a nuestro driver de confianza, te aseguramos que no te dejará indiferente. Si quieres el punto exacto, déjanos un comentario.
- Templo escondido: es uno de los templos más curiosos en los que hemos estado, puesto que está escondido en la montaña, no suele ser muy visitado, así que probablemente podrás visitarlo con calma. Si quieres saber de qué templo hablamos, déjanos un comentario.
Si tienes más tiempo
- Suweahan Beach: una playa con un bonito acantilado en la costa sureste de la isla, para nosotros no es tan espectacular como el resto
- Tembling Beach and Forest: son unas piscinas naturales en el sur de la isla
- Manta Bay: punto en el que cuando las condiciones son adecuadas (y con un poquito de suerte), podrás observar mantas desde los acantilados, dejando una bonita imagen para el recuerdo
- Crystal Bay: playa en la que tomarse un baño en el oeste de la isla. Si buceas, este será, con casi total seguridad, un punto de buceo










