Malapascua, el hogar del tiburón zorro

¿Qué esperábamos de Malapascua?

Tras leer y rebuscar sobre los mejores lugares para bucear en Filipinas, dimos con un destino que nos llenó de ilusión desde el primer momento: Malapascua. Una pequeña isla en el corazón del país que, más que por lo que se ve en la superficie, destaca por lo que esconde bajo el mar.
Sabíamos que aquí se podía ver al famoso tiburón zorro, una especie que solo aparece al amanecer y que se deja ver buceando a no más de 30 metros de profundidad, justo el límite permitido con el curso Advance Adventure. Esa era nuestra misión: ir directos a conocer esta maravilla submarina que el océano tenía reservada para nosotros. Y con esa motivación pusimos rumbo a esta pequeña isla, listos para una experiencia diferente, de esas que se recuerdan para siempre.

La llegada

Llegar a hasta allí no es precisamente cómodo, y la única forma de alcanzar esta pequeña isla es cogiendo un barco desde el puerto de Maya New Roro. En nuestro caso, como en el de la mayoría de los viajeros, el trayecto empezó en Cebú desde donde tuvimos que coger una van que nos llevaría hasta el puerto en unas cuatro horas.
Y qué decir de esa van… fue, sin duda, la peor en la que montamos en todo Filipinas. Ya nos habíamos acostumbrado a ir algo apretados, pero esto fue otro nivel. Nuestras mochilas terminaron encima de otros pasajeros y aun así metieron a más personas de las que cabían. Lo peor fue que uno de los responsables del trayecto decidió subirse también y acabó sentándose, literalmente, encima de Ali durante las cuatro horas de viaje.

Al llegar al puerto, empezaba la segunda parte de la odisea. Primero, pasar por una especie de caseta para pagar la típica tasa portuaria y luego comprar los billetes para el barco, algo menos claro. Resulta que el precio del trayecto depende del número de personas que lo compartan; por ejemplo, si el barco cuesta 5.000 pesos y sois cinco, pues 1.000 por cabeza. Eso sí, ten en cuenta que el reparto no será equitativo entre turistas y locales y acabarás pagando parte de la proporción de los locales.
En nuestro caso, tuvimos suerte y tras unos veinte minutos de espera conseguimos billete por unos 200 pesos por persona ¡nada mal! El barco, más propio para un tour o una inmersión que para cruzar de isla en isla nos esperaba y así empezó la travesía final.
El mar estaba movidito y las nubes no prometían tregua, así que sabíamos que el viaje no iba a ser precisamente relajante. Tras una hora de vaivenes entre las olas y esquivando la lluvia por los pelos, por fin divisamos la costa de Malapascua.

Primeras impresiones

Esta isla, de apenas 3 kilómetros de largo, se recorre con facilidad; y como la mayoría de los hoteles y escuelas de buceo están situados en el sur y el este, muy cerca del puerto de llegada, sabíamos que no tardaríamos más de 15 minutos en llegar caminando. Nos adentramos por callejuelas de tierra, rodeados de niños jugando, casitas humildes, pequeños puestos callejeros y un sinfín de escuelas de buceo. La isla nos daba la bienvenida sin adornos, de forma muy sencilla, con una sola “carretera” principal que parecía atravesarlo todo. Esa primera impresión nos dejó claro que estábamos en un lugar donde la vida se vive despacio y sin prisas.
Al llegar al hotel, dejamos las mochilas y nos fuimos directamente a la escuela de buceo que ya teníamos fichada desde antes del viaje. Teníamos muy buenas referencias, conocíamos gente que había buceado allí y, además, era una escuela SSI, lo que nos facilitaría seguir avanzando con nuestros cursos. Si queréis saber la escuela, dejadnos un comentario y os decimos.
Acordamos la hora para empezar al día siguiente con el Refresh del Open Water, y con esa gestión ya hecha, decidimos tomarnos un respiro. Después del infame viaje en van, nos merecíamos una recompensa, así que nos sentamos en un bar a pie de playa, nos tomamos una cerveza mirando el mar y cerramos el día con una cena en una pizzería que nos había llamado la atención ¡no podía haber mejor forma de comenzar nuestra!

Recorriendo Malapascua

Nuestros días en Malapascua estuvieron marcados por el buceo. Teníamos muy claro a qué veníamos y todo giraba en torno a esa experiencia bajo el agua. Dedicamos un día completo al curso de Refresh, para retomar confianza después de llevar tiempo sin bucear, y otro a iniciar el curso Advance Adventure, que nos permitiría bajar hasta los 30 metros de profundidad.
El día del Refresh comenzó con una pequeña clase teórica en la escuela de buceo y, después, nos subimos a una embarcación que nos llevó a una zona poco profunda, perfecta para repasar ejercicios básicos: quitar y vaciar la máscara, recuperar el regulador… Todo fue fluido y además conocimos a Leon, un chico galés que se convertiría en compañero de aventuras durante nuestra estancia en la isla (y en otras zonas de Filipinas).

Ese día tocaba acostarse pronto porque al día siguiente madrugábamos mucho: a las 4 am ya estábamos en pie para prepararnos para la primera inmersión del día. ¿El objetivo? Conocer al famoso tiburón zorro y comenzar las cinco inmersiones del curso Advance. A bordo coincidimos con dos chicas francesas que volvían a la isla después de que se les cancelara su vuelo desde Cebú (algo que puede ocurrir en Filipinas con bastante frecuencia). Volver a Malapascua tras haberla dejado nos pareció una señal muy clara: este lugar tenía algo especial.
Después de las tres inmersiones que os contamos en el apartado sobre nuestro encuentro con el tiburón zorro, una siesta reparadora, y por la noche nos reunimos con las chicas y parte del equipo de buceo en el mercado local. Entre cervezas, karaoke y risas, acabamos cenando pescado fresco en un puestecito junto a Leon. Probamos el Trigger Fish, ese pez que tanto miedo da a los buceadores y que ya es casi una broma recurrente con Ali (“yo con un trigger no quiero lidiar”, dice siempre).

La mañana siguiente volvimos al agua para las dos últimas inmersiones del curso, esta vez en Gato Island. Las formaciones rocosas submarinas eran espectaculares, y la vida marina aún más. Vimos caballitos de mar, sepias, almejas eléctricas, tiburones de punta negra durmiendo y hasta una serpiente marina, una de las más venenosas de Filipinas. En una de las inmersiones atravesamos una cueva completamente a oscuras, y salimos arrastrados por una corriente, justo lo que necesitábamos para practicar la inmersión a la deriva.

Tras completar el curso, el ritual fue el mismo: comida, café, ducha, siesta… y de nuevo mercado, donde nos reencontramos con el grupo. La noche acabó como solo puede acabar en una isla filipina: karaoke, muchas risas y una improvisada salida a una “disco” local, que resultó ser una cancha de baloncesto reconvertida en pista de baile, llena de locales y reguetón ¡inolvidable!

Nuestro último día en Malapascua lo dedicamos a explorar la isla por tierra. A pie, llegamos hasta Langub Beach y las zonas del norte, mucho menos turísticas y más auténticas. La isla tiene una belleza especial y el turismo, al menos por ahora, no ha terminado de romper su esencia local. Como broche final intentamos hacer snorkel en la zona protegida de Dakit-Dakit, pero llegamos fuera de horario. Aun así, nos despedimos con una cena tranquila en el mercado, recordando cada momento vivido.

El encuentro con el tiburón zorro

En Malapascua hay un claro protagonista: el tiburón zorro (thresher shark). Aunque con algo de suerte también puede aparecer el temido tiburón tigre, el rey de estas aguas es, sin duda, ese elegante escualo de cola alargada que, para muchos buceadores, representa uno de los encuentros más especiales que se pueden tener bajo el mar.
Durante nuestro curso Advanced Adventure, realizamos tres inmersiones en dos puntos clave. Pero si vienes a hacer fun dives, ten por seguro que también visitarás estos lugares.
El primero fue Kimud Shoal. Esta zona, sin demasiado coral, alberga un tipo específico de peces que lo convierte en una estación de limpieza ideal para tiburones zorro. Allí acuden cada mañana a que pequeños peces limpien su piel, y gracias a eso es posible verlos a una profundidad poco habitual para ellos, unos 15 metros.

Salimos a las 5 de la mañana desde Malapascua, y tras una hora y media de navegación, nos lanzamos al agua con todas nuestras expectativas. La primera inmersión fue algo frustrante: solo alcanzamos a ver una sombra lejana. Pablo logró distinguir la silueta de un tiburón, pero Ali… no tanto. Sin embargo, la segunda inmersión nos regaló un momento inolvidable: llegamos a ver hasta cinco tiburones zorro, ¡y dos de ellos pasaron muy cerca! Fue uno de esos momentos en los que se te acelera el pulso bajo el agua y sabes que acabas de vivir algo único.

Con esa mezcla de adrenalina y emoción, subimos al barco donde nos esperaba uno de esos pequeños grandes placeres del buceo: un café y una galletita al sol, navegando rumbo al segundo punto del día.
Monad Shoal fue nuestro siguiente destino. Este punto es conocido por sus corrientes, íbamos a practicar buceo a la deriva por primera vez, pero sobre todo porque aquí se dejan ver, de vez en cuando, tiburones tigre. Ali estaba bastante más nerviosa por lo segundo que por lo primero, la verdad.
Ya en el agua, descendimos hasta una zona arenosa y nos mantuvimos expectantes. De pronto, el instructor señaló al fondo: ¡algo había pasado muy rápido! Pablo lo vio claro, un destello que parecía un tiburón. Ali… bueno, Ali prefirió no ver nada, y probablemente su miedo la bloqueó en ese momento. Al salir a la superficie, el instructor nos confirmó que se trataba de un tiburón tigre joven.
De vuelta a Malapascua, con el mar de fondo y el sol en la cara, nos invadió una sensación difícil de explicar: emoción, calma, euforia… y sobre todo, la certeza de que acabábamos de vivir una de esas experiencias que justifican un viaje entero. Kimud Shoal y Monad Shoal no destacan por sus arrecifes o por su colorido marino, pero si lo tuyo es bucear con tiburones en libertad, estos puntos son oro puro.

El punto final en esta isla

Salir de Malapascua fue, como todo en esta isla, una pequeña aventura. No teníamos claro si nos tocaría pagar el barco completo o si podríamos compartirlo con más viajeros. Días atrás, un chico nos había contado que tuvo que quedarse una noche más porque no encontró a nadie con quien compartir trayecto… y no queríamos que nos pasara lo mismo.
Nuestra salida estaba prevista para la mañana, así que confiábamos en tener más suerte. Sobre las 9 nos acercamos a la “oficina” (una mesa de plástico con dos sillas) para gestionar los billetes. Aunque esta vez pagamos un poco más que en la ida, el precio seguía siendo razonable.
El trayecto fue mucho más tranquilo que el de llegada: mismo tipo de barco, misma estructura improvisada, pero con un mar mucho más calmado. Al llegar al puerto en Maya, nos dirigimos directamente a una van que salía rumbo a Cebú en cuanto se llenara. 

Reflexión sobre Malapascua

Esta isla es una joya escondida cuyo mayor tesoro no está en la superficie, sino bajo el mar. Su guardián, el tiburón zorro, es motivo más que suficiente para incluir esta isla en cualquier ruta por Filipinas si te apasiona el buceo. Lo que más nos gustó es cómo el turismo aquí ha crecido gracias al respeto y amor por el mar.
La mayoría de los visitantes vienen a bucear, y eso se nota en el ambiente: viajeros conscientes, locales comprometidos con el entorno, escuelas responsables… Pero también hay que decir que la isla no está preparada para un turismo más general, y la logística para llegar o salir puede resultar un poco compleja.

¡Nuestra recomendación!

¿Volveríamos a Malapascua? Sin duda. Por volver a sentir la adrenalina de tener un tiburón zorro nadando a escasos metros. Por intentar ver al tiburón tigre de nuevo. Y quién sabe, quizá la próxima vez se deje ver también algún tiburón martillo o el famoso pulpo de anillos azules. 
Si buceas, Malapascua es un imprescindible. Y si no… bueno, quizás es el lugar perfecto para descubrirlo por primera vez.

¿Has visto alguna vez al tiburón zorro o al tiburón tigre? ¿Cómo crees que sería tu encuentro con alguno de estos dos tiburones (u otros)? Cuéntanoslo en comentarios.

¿Qué hacer en Malapascua?

Imprescindibles

  • Kimud Shoal, Monad Shoal y Gato Island: puntos de buceo a los que seguro que acudirás, tanto si haces un curso como fun dives
  • Langub Beach: bonita y extensa playa en el norte de la isla, con resorts en los que te pueden intentar cobrar por acceder, ¡di siempre que vas a la playa! o bien di que vas a tomar algo en su bar
  • Bounty Beach: playa en el sur de la isla con varios locales de restauración
  • Malapascua Marketplace: un mercado local con puestos de comida y karaokes, con un ambiente mágico, para nosotros uno de los mejores de todo Filipinas

Si tienes algo más de tiempo

  • Dakit- Dakit Coral Reef: área protegida de pesca, no sabemos el estado de conservación actual, puesto que varía mucho
  • Lapus Lapus Cliff: bonito mirador en el que acceso no está muy claro, nosotros no conseguimos llegar
  • Bantigue Beach: playa con un acceso complicado, aunque muy tranquila
  • Gugma Beach: esta playa tiene un acceso aún más complicado, tal vez te la puedes saltar

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